«Los llevaré conmigo para que donde Yo esté estén también ustedes»
(Jn 14, 3)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Cuando Jesús comenzó a hablar a sus discípulos de su partida de este mundo, ellos quedaron profundamente abatidos. Jesús al verlos tan tristes, con la ternura y la bondad que le son propias, dijo: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas… Yo me voy a preparar un lugar para ustedes. Para que donde yo esté, estén también ustedes. Con estas palabras, Jesús nos asegura, que la comunión e intimidad que Él crea con sus discípulos, no se acabará jamás. Estaremos con Él para siempre y en su palabra, nos revela la asombrosa visión que Él tiene de la vida humana.
El sueño eterno de Dios con los seres humanos es que todos seamos conformes a Jesús su Hijo amado. Para esto hemos sido creados, a esto nos ha llamado y para ello nos ha colmado de su gracia. Ser conformes a Jesús Hijo de Dios es la meta sublime de nuestra existencia humana; y si en Él vivimos como Hijos de Dios, también seremos con Él herederos de su gloria.
Reflexionemos: ¿Es este el sentido que damos a nuestra vida? ¿Deseamos de todo corazón ser conformados con Jesús? O ¿Qué otras cosas buscamos en la vida? Señor no nos dejes desviar de la meta sublime a que nos has llamado.
Oremos: Gracias, Padre, por el don incomparable de tu Hijo. Gracias por tu Santo Espíritu que nos va conformando contigo día tras día. Haznos dóciles a tu Santo Espíritu, para que el modo de pensar, de actuar y de amar de Jesús resplandezca en nuestra vida. Amén.