“Él se abrió paso entre ellos y se alejó”
(Lc 4, 30)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
La Cuaresma nos lleva a reconocer como muchas veces nuestra falta de fe hace que la acción de Dios no pueda surtir un verdadero efecto en nuestras vidas. Tal como lo señala hoy Jesús en la sinagoga de Nazaret al recordar a sus coterráneos los ejemplos de la viuda de Sarepta y Naamán el sirio. Dos extranjeros, que pese a no conocer al Dios de Israel, abrieron su vida a él y acogieron su salvación. Ejemplos que en lugar de transformar el corazón de los oyentes de Nazaret, los cierra en sí mismos y los lleva a querer terminar con la vida de Jesús: “Sacaron a Jesús y lo llevaron hasta un barranco en la montaña donde está construida la población, con intención de despeñarlo”. Realidad que nos invita a nosotros hoy a confrontarnos y preguntarnos por la manera como acogemos o no, la acción de Dios en nuestra vida.
Reflexionemos: ¿Qué tan abiertos somos a la acción de Dios?, ¿Qué enseñanza nos deja la actitud de los coterráneos de Jesús?
Oremos: Abre, Señor, cada vez más nuestro corazón a tu presencia. A no cerrarnos en nuestros prejuicios o criterios por temor a la novedad o a los desafíos que tu Palabra nos propone. Amén.
Recordemos: Acoger la novedad del Evangelio implica fe, apertura y valentía para dejar que Jesús actúe realmente en nuestra vida.
Actuemos: Preguntémonos en esta jornada que tan abiertos o cerrados somos para acoger las enseñanzas de Jesús.
Profundicemos: Seguir a Jesús implica apertura y un corazón decidido a dejarse transformar por completo por su amor y su bondad (Libro: Un corazón libre).