“Dichosos los que sufren, porque serán consolados”
(Mt 5, 4)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Llegamos hoy al cuarto domingo del tiempo ordinario y Jesús nos invita a subir a la montaña junto a la multitud para escuchar su enseñanza sobre las bienaventuranzas. Las cuales recogen todo su proyecto mesiánico, nos invitan a cambiar de mentalidad y reconocer que pese a lo malo que podamos vivir o sufrir en este mundo, luego en la vida eterna gozaremos del consuelo de Dios: “Alégrense y regocíjense, porque tendrán una gran recompensa en el cielo”. Promesa que confronta abiertamente nuestra existencia, ya que lo que menos queremos es sufrir o pasar alguna necesidad. Pero desde nuestra experiencia de fe, dichas realidades nos permiten unir nuestra vida mucho más a Dios y a todos aquellos que sufren a causa de la injusticia. Pidamos al Señor, en este día, la gracia de vivir el espíritu de las bienaventuranzas.
Reflexionemos: ¿Cómo afrontamos las situaciones difíciles de nuestra vida?, ¿confiamos en Dios o nos desanimamos?
Oremos: Enséñanos, Señor, a llevar cada vez más a nuestra vida el espíritu de las bienaventuranzas y aprender a reconocer lo bueno que hay detrás de cada circunstancia difícil que vivimos. Amén.
Recordemos: Las bienaventuranzas nos invitan a cultivar un espíritu de confianza y abandono en Dios.
Actuemos: Pongamos en manos del Señor en este día aquellas realidades que nos desafían y nos llevan a perder la fe.
Profundicemos: Los santos nos enseñan con su testimonio de vida la manera concreta de poner en práctica las bienaventuranzas (Libro: Los santos de cada día).