30 de Mayo

Escucha La Palabra de Dios para cada día

Primera Lectura

Lectura de la Primera Carta del apóstol san Pedro 2, 2-5. 9-12

Queridos hermanos: Como niños recién nacidos, ansíen la leche espiritual, no adulterada, para que con ella vayan progresando en la salvación, ya que “han gustado qué bueno es el Señor”. Acercándose a Él, piedra viva rechazada por los hombres, pero elegida y preciosa para Dios, también ustedes, como piedras vivas, entran en la construcción de una casa espiritual para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo. Ustedes son un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios para que anuncien las proezas del que los llamó de las tinieblas a su luz maravillosa. Los que antes eran “no-pueblo”, ahora son “pueblo de Dios”, los que antes eran “no compadecidos”, ahora son “objeto de compasión”. Queridos míos, como a extranjeros y peregrinos, les hago una llamada a que se aparten de esos bajos deseos que combaten contra el alma. Que su conducta entre los gentiles sea buena, para que, cuando los calumnien como si fueran malhechores, fijándose en sus buenas obras, den gloria a Dios el día de su venida.

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

 

Salmo responsorial 99, 2-5

R. Entren en la presencia del Señor con vítores.

Aclama al Señor, tierra entera, sirvan al Señor con alegría, entren en su presencia con vítores / R.
Sepan que el Señor es Dios: que Él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño / R.
Entren por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su nombre / R.
El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades / R.

Aclamación antes del Evangelio (Cf. Jn 8, 12 b)

“Yo soy la luz del mundo –dice el Señor–; el que me sigue tendrá la luz de la vida”.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 10, 46-52

“Rabbuní”, haz que recobre la vista

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: “Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí”. Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más: “Hijo de David, ten compasión de mí”. Jesús se detuvo y dijo: “Llámenlo”. Llamaron al ciego, diciéndole: “Ánimo, levántate, que te llama”. Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: “¿Qué quieres que te haga?”. El ciego le contestó: “Rabbuní, que recobre la vista”. Jesús le dijo: “Anda, tu fe te ha salvado”. Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

S: Palabra del Señor                                     

T: Gloria a ti, Señor Jesús

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