Escucha La Palabra de Dios para cada día
Primera Lectura
Lectura del libro de Génesis 1, 1 – 2, 2
Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra estaba informe y vacía; la tiniebla cubría la superficie del abismo, mientras el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas. Dijo Dios: “Exista la luz”. Y la luz existió. Vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla. Llamó Dios a la luz “día” y a la tiniebla llamó “noche”. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero. Y dijo Dios: “Exista un firmamento entre las aguas, que separe aguas de aguas”. E hizo Dios el firmamento y separó las aguas de debajo del firmamento de las aguas de encima del firmamento. Y así fue. Llamó Dios al firmamento “cielo”. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo. Dijo Dios: “Júntense las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezca lo seco”. Y así fue. Llamó Dios a lo seco “tierra”, y a la masa de las aguas llamó “mar”. Y vio Dios que era bueno. Dijo Dios: “Cúbrase la tierra de verdor, de hierba verde que engendre semilla, y de árboles frutales que den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la tierra”. Y así fue. La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie. Y vio Dios que era bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero. Dijo Dios: “Existan lumbreras en el firmamento del cielo, para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años, y sirvan de lumbreras en el firmamento del cielo, para iluminar sobre la tierra”. Y así fue. E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche; y las estrellas. Dios las puso en el firmamento del cielo para iluminar la tierra, para regir el día y la noche y para separar la luz de la tiniebla. Y vio Dios que era bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto. Dijo Dios: “Bullan las aguas de seres vivientes, y vuelen los pájaros sobre la tierra frente al firmamento del cielo”. Y creó Dios los grandes cetáceos y los seres vivientes que se deslizan y que las aguas fueron produciendo según sus especies, y las aves aladas según sus especies. Y vio Dios que era bueno. Luego los bendijo Dios, diciendo: “Sean fecundos y multiplíquense, llenen las aguas del mar; y que las aves se multipliquen en la tierra”. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto. Dijo Dios: “Produzca la tierra seres vivientes según sus especies: ganados, reptiles y fieras según sus especies”. Y así fue. E hizo Dios las fieras según sus especies, los ganados según sus especies y los reptiles según sus especies. Y vio Dios que era bueno. Dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los ganados y los reptiles de la tierra”. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó. Dios los bendijo; y les dijo Dios: “Sean fecundos y multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven sobre la tierra”. Y dijo Dios: “Miren, les entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la superficie de la tierra y todos los árboles frutales que engendran semilla: les servirán de alimento. Y la hierba verde servirá de alimento a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra y a todo ser que respira”. Y así fue. Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto. Así quedaron concluidos el cielo, la tierra y todo el universo. Y habiendo concluido el día séptimo la obra que había hecho, descansó el día séptimo de toda la obra que había hecho.
L: Palabra de Dios
T: Te alabamos, Señor
Salmo responsorial103, 1-2a. 5-6. 10. 12-14. 24. 35c
R. Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto / R.
Asentaste la tierra sobre sus cimientos, y no vacilará jamás; la cubriste con el manto del océano, y las aguas se posaron sobre las montañas / R.
De los manantiales sacas los ríos, para que fluyan entre los montes; junto a ellos habitan las aves del cielo, y entre las frondas se oye su canto / R.
Desde tu morada riegas los montes, y la tierra se sacia de tu acción fecunda; haces brotar hierba para los ganados, y forraje para los que sirven al hombre. Él saca pan de los campos / R.
Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría; la tierra está llena de tus criaturas. ¡Bendice, alma mía, al Señor! / R.
Oremos: Dios todopoderoso y eterno, que te muestras admirable en todas tus obras, concede a los que has redimido comprender que el sacrificio de Cristo, nuestra Pascua, en la plenitud de los tiempos, es una obra todavía más maravillosa que la misma creación del mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Segunda Lectura
Lectura del libro del Génesis 22, 1-18
En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán. Le dijo: “¡Abrahán!”. Él respondió: “Aquí estoy”. Dios dijo: “Toma a tu hijo único, al que amas, a Isaac, y vete a la tierra de Moria y ofrécemelo allí en holocausto en uno de los montes que yo te indicaré”. Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el holocausto y se encaminó al lugar que le había indicado Dios. Al tercer día levantó Abrahán los ojos y divisó el sitio desde lejos. Abrahán dijo a sus criados: “Quédense aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar, y después volveremos con ustedes”. Abrahán tomó la leña para el holocausto, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos. Isaac dijo a Abrahán, su padre: “Padre”. Él respondió: “Aquí estoy, hijo mío”. El muchacho dijo: “Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el holocausto?”. Abrahán contestó: “Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío”. Y siguieron caminando juntos. Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán alargó la mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: “¡Abrahán, Abrahán!”. Él contestó: “Aquí estoy”. El ángel le ordenó: “No alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he comprobado que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, a tu único hijo”. Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Abrahán llamó a aquel sitio “El Señor ve”, por lo que se dice aún hoy “En el monte el Señor es visto”. El ángel del Señor llamó a Abrahán por segunda vez desde el cielo y le dijo: “Juro por mí mismo, oráculo del Señor: por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te colmaré de bendiciones y multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de sus enemigos. Todas las naciones de la tierra se bendecirán con tu descendencia, porque has escuchado mi voz”.
L: Palabra de Dios
T: Te alabamos, Señor
Salmo responsorial 15, 5. 8-11
R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano. Tengo siempre presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré / R.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me abandonarás en la región de los muertos ni dejarás a tu fiel ver la corrupción / R.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha / R.
Oremos: Oh Dios, Padre supremo de los fieles, que por medio de la gracia de la adopción y por el misterio pascual sigues cumpliendo la promesa hecha a Abrahán de multiplicar su descendencia por toda la tierra y de hacerlo el padre de todas las naciones, concede a tu pueblo responder dignamente a la gracia de tu llamada. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Tercera Lectura
Lectura del libro del Éxodo 14, 15 – 15, 1a
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés: “¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los hijos de Israel que se pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los hijos de Israel pasen por medio del mar, por lo seco. Yo haré que los egipcios se obstinen y entren detrás de ustedes, y me cubriré de gloria a costa del faraón y de todo su ejército, de sus carros y de sus jinetes. Así sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me haya cubierto de gloria a costa del faraón, de sus carros y de sus jinetes”. Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia. También la columna de nube, que iba delante de ellos, se desplazó y se colocó detrás, poniéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento de Israel. La nube era tenebrosa y transcurrió toda la noche sin que los ejércitos pudieran aproximarse el uno al otro. Moisés extendió su mano sobre el mar y el Señor hizo retirarse el mar con un fuerte viento del este que sopló toda la noche; el mar se secó y se dividieron las aguas. Los hijos de Israel entraron en medio del mar, en lo seco, y las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda. Los egipcios los persiguieron y entraron tras ellos, en medio del mar: todos los caballos del faraón, sus carros y sus jinetes. Era ya la vigilia matutina cuando el Señor miró desde la columna de fuego y humo hacia el ejército de los egipcios y sembró el pánico en el ejército egipcio. Trabó las ruedas de sus carros, haciéndolos avanzar pesadamente. Los egipcios dijeron: “Huyamos ante Israel, porque el Señor lucha por él contra Egipto”. Luego dijo el Señor a Moisés: “Extiende tu mano sobre el mar, y vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes”. Moisés extendió su mano sobre el mar; y al despuntar el día el mar recobró su estado natural, de modo que los egipcios, en su huida, toparon con las aguas. Así precipitó el Señor a los egipcios en medio del mar. Las aguas volvieron y cubrieron los carros, los jinetes y todo el ejército del faraón, que había entrado en el mar. Ni uno solo se salvó. Mas los hijos de Israel pasaron en seco por medio del mar, mientras las aguas hacían de muralla a derecha e izquierda. Aquel día salvó el Señor a Israel del poder de Egipto, e Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla del mar. Vio, pues, Israel la mano potente que el Señor había desplegado contra los egipcios, y temió el pueblo al Señor, y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo. Entonces Moisés y los hijos de Israel entonaron este canto al Señor: No se dice Palabra de Dios.
L: Palabra de Dios
T: Te alabamos, Señor
Salmo responsorial Ex 15, 1-6. 17-18
R. Cantemos al Señor, gloriosa es su victoria.
Cantaré al Señor, gloriosa es su victoria, caballos y carros ha arrojado en el mar. Mi fuerza y mi poder es el Señor, Él fue mi salvación. Él es mi Dios: yo lo alabaré; el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré / R.
El Señor es un guerrero, su nombre es “El Señor”. Los carros del faraón los lanzó al mar, ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes / R.
Las olas los cubrieron, bajaron hasta el fondo como piedras. Tu diestra, Señor, es magnífica en poder, tu diestra, Señor, tritura al enemigo / R.
Lo introduces y lo plantas en el monte de tu heredad, lugar del que hiciste tu trono, Señor; santuario, Señor, que fundaron tus manos. El Señor reina por siempre jamás / R.
Oremos: Oh Dios, cuyas antiguas maravillas vemos brillar también en nuestros tiempos, pues de la misma manera como manifestabas tu poder al librar a un solo pueblo de la persecución del faraón, hoy obras la salvación de todas las naciones haciéndolas renacer por las aguas del Bautismo: concede al mundo entero contarse entre los hijos de Abrahán y participar de la dignidad del pueblo elegido. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Cuarta Lectura
Lectura del libro de Isaías 54, 5-14
Quien te desposa es tu Hacedor: su nombre es Señor todopoderoso. Tu libertador es el Santo de Israel: se llama “Dios de toda la tierra”. Como a mujer abandonada y abatida te llama el Señor; como a esposa de juventud, repudiada –dice tu Dios–. Por un instante te abandoné, pero con gran cariño te reuniré. En un arrebato de ira, por un instante te escondí mi rostro, pero con amor eterno te quiero –dice el Señor, tu libertador–. Me sucede como en los días de Noé: juré que las aguas de Noé no volverían a cubrir la tierra; así juro no irritarme contra ti ni amenazarte. Aunque los montes cambiasen y vacilaran las colinas, no cambiaría mi amor, ni vacilaría mi alianza de paz –dice el Señor que te quiere–. ¡Ciudad afligida, azotada por el viento, a quien nadie consuela! Mira, yo mismo asiento tus piedras sobre azabaches, tus cimientos sobre zafiros; haré tus almenas de rubí, tus puertas de esmeralda, y de piedras preciosas tus bastiones. Tus hijos serán discípulos del Señor, gozarán de gran prosperidad tus constructores. Tendrás tu fundamento en la justicia: lejos de la opresión, no tendrás que temer; lejos del terror, que no se acercará.
L: Palabra de Dios
T: Te alabamos, Señor
Salmo responsorial 29, 2. 4-6. 11-13b
R. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí. Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa / R.
Tañan para el Señor, fieles suyos, celebren el recuerdo de su nombre santo; su cólera dura un instante; su bondad, de por vida; al atardecer nos visita el llanto, por la mañana, el júbilo / R.
Escucha, Señor, y ten piedad de mí; Señor, socórreme. Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre / R.
Oremos: Dios todopoderoso y eterno, multiplica, por el honor de tu nombre, lo que prometiste a la fe de nuestros padres y aumenta, por la adopción sagrada, los hijos de la promesa, para que tu Iglesia contemple cómo se va cumpliendo en gran medida lo que los patriarcas no dudaron que habría de llegar. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Quinta Lectura
Lectura del libro de Isaías 55, 1-11
Esto dice el Señor: “Sedientos todos, acudan por agua; vengan, también los que no tienen dinero: compren trigo y coman, vengan y compren, sin dinero y de balde, vino y leche. ¿Por qué gastar dinero en lo que no alimenta y el salario en lo que no da hartura? Escúchenme atentos y comerán bien, saborearán platos sustanciosos. Inclinen su oído, vengan a mí: escúchenme y vivirán. Sellaré con ustedes una alianza perpetua, las misericordias firmes hechas a David: lo hice mi testigo para los pueblos, guía y soberano de naciones. Tú llamarás a un pueblo desconocido, un pueblo que no te conocía correrá hacia ti; porque el Señor tu Dios, el Santo de Israel te glorifica. Busquen al Señor mientras se deja encontrar, invóquenlo mientras está cerca. Que el malvado abandone su camino, y el malhechor sus planes; que se convierta al Señor, y Él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón. Porque mis planes no son sus planes, los caminos de ustedes no son mis caminos –oráculo del Señor–. Cuanto dista el cielo de la tierra, así distan mis caminos de los de ustedes, y mis planes de sus planes. Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo”.
L: Palabra de Dios
T: Te alabamos, Señor
Salmo responsorial Is 12, 2-6
R. Sacarán agua con gozo de las fuentes de la salvación.
“Él es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, Él fue mi salvación”. Y sacarán agua con gozo de las fuentes de la salvación / R.
“Den gracias al Señor, invoquen su nombre, cuenten a los pueblos sus hazañas, proclamen que su nombre es excelso” / R.
Tañan para el Señor, que hizo proezas, anúncienlas a toda la tierra; griten jubilosos, habitantes de Sión, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel / R.
Oremos: Dios todopoderoso y eterno, única esperanza del mundo, que anunciaste, por la voz de tus profetas, los misterios de los tiempos presentes: acrecienta complacido la dedicación de tu pueblo, ya que todo crecimiento en la virtud proviene, no de sus propias fuerzas, sino de tu inspiración. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Sexta Lectura
Lectura del libro de Baruc 3, 9-15. 32 – 4, 4
Escucha, Israel, mandatos de vida; presta oído y aprende prudencia. ¿Cuál es la razón, Israel, de que sigas en país enemigo, envejeciendo en tierra extranjera; de que te crean un ser contaminado, un muerto habitante del abismo? ¡Abandonaste la fuente de la sabiduría! Si hubieras seguido el camino de Dios, habitarías en paz para siempre. Aprende dónde está la prudencia, dónde el valor y la inteligencia, dónde una larga vida, la luz de los ojos y la paz. ¿Quién encontró su lugar o tuvo acceso a sus tesoros? El que todo lo sabe la conoce, la ha examinado y la penetra; el que creó la tierra para siempre y la llenó de animales cuadrúpedos; el que envía la luz y le obedece, la llama y acude temblorosa; a los astros que velan gozosos arriba en sus puestos de guardia, los llama, y responden: “Presentes”, y brillan gozosos para su Creador. Este es nuestro Dios, y no hay quien se le pueda comparar; rastreó el camino de la inteligencia y se lo enseñó a su hijo, Jacob, se lo mostró a su amado, Israel. Después apareció en el mundo y vivió en medio de los hombres. Es el libro de los mandatos de Dios, la ley de validez eterna: los que la guarden vivirán; los que la abandonen morirán. Vuélvete, Jacob, a recibirla, camina al resplandor de su luz; no entregues a otros tu gloria, ni tu dignidad a un pueblo extranjero. ¡Dichosos nosotros, Israel, que conocemos lo que agrada al Señor!
L: Palabra de Dios
T: Te alabamos, Señor
Salmo responsorial 18, 8-11
R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
La ley del Señor es perfecta, y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye a los ignorantes / R.
Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos / R.
El temor del Señor es puro y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos / R.
Más preciosos que el oro, más que el oro fino; más dulces que la miel de un panal que destila / R.
Oremos: Oh Dios, que haces crecer continuamente, con hijos llamados de todas las naciones, a tu Iglesia, concede siempre la seguridad de tu protección a quienes purificaste con las aguas del Bautismo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Séptima Lectura
Lectura de la Profecía de Ezequiel 36, 16-17a. 18-28
Me vino esta palabra del Señor: “Hijo de hombre, la casa de Israel profanó con su conducta y sus acciones la tierra en que habitaba. Me enfurecí contra ellos, por la sangre que habían derramado en el país, y por haberlo profanado con sus ídolos. Los dispersé por las naciones, y anduvieron dispersos por diversos países. Los he juzgado según su conducta y sus acciones. Al llegar a las diversas naciones, profanaron mi santo nombre, ya que de ellos se decía: ‘Estos son el pueblo del Señor y han debido abandonar su tierra’. Así que tuve que defender mi santo nombre, profanado por la casa de Israel entre las naciones adonde había ido. Por eso, di a la casa de Israel: ‘Esto dice el Señor Dios: No hago esto por ustedes, casa de Israel, sino por mi santo nombre, profanado por ustedes en las naciones a las que fueron. Manifestaré la santidad de mi gran nombre, profanado entre los gentiles, porque ustedes lo han profanado en medio de ellos. Reconocerán las naciones que yo soy el Señor –oráculo del Señor Dios–, cuando por medio de ustedes les haga ver mi santidad. Los recogeré de entre las naciones, los reuniré de todos los países y los llevaré a su tierra. Derramaré sobre ustedes un agua pura que los purificará: de todas sus inmundicias e idolatrías los he de purificar; y les daré un corazón nuevo, y les infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de su carne el corazón de piedra, y les daré un corazón de carne. Les infundiré mi espíritu, y haré que caminen según mis preceptos, y que guarden y cumplan mis mandatos. Y habitarán en la tierra que di a sus padres. Ustedes serán mi pueblo, y yo seré su Dios’”.
L: Palabra de Dios
T: Te alabamos, Señor
Salmo responsorial 41, 3. 5; 42, 3-4
R. Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? / R.
Cómo entraba en el recinto santo, cómo avanzaba hacia la casa de Dios entre cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta / R.
Envía tu luz y tu verdad: que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada / R.
Me acercaré al altar de Dios, al Dios de mi alegría, y te daré gracias al son de la cítara, Dios, Dios mío / R.
Oremos: Oh Dios de poder inmutable y luz sin ocaso, mira con bondad a tu Iglesia sacramento, y, según tus eternos designios, lleva a término la obra de la salvación humana; que todo el mundo experimente y vea cómo lo abatido se levanta y se renueva lo viejo, volviendo todo a su integridad primera, por el mismo Jesucristo, en quien todo adquiere su fundamento. Que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Se encienden los cirios del altar y el sacerdote entona solemnemente el himno Gloria a Dios en el cielo, en el que todos se unen; mientras tanto se tocan las campanas, según las costumbres del lugar. Terminado el himno, el sacerdote dice la colecta, como de costumbre.
Oremos: Dios nuestro, que haces resplandecer esta noche santa con la gloria del Señor resucitado, aviva en tu Iglesia el espíritu filial para que, renovados en cuerpo y alma, nos entreguemos plenamente a tu servicio. Por nuestro Señor Jesucristo.
Un lector proclama la lectura del Apóstol.
Epístola
Lectura de la Carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6, 3-11
Hermanos: Cuando fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con Él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva. Pues si hemos sido incorporados a Él en una muerte como la suya, lo seremos también en una resurrección como la suya; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con Cristo, para que fuera destruido el cuerpo de pecado, y, de este modo, nosotros dejáramos de servir al pecado; porque quien muere ha quedado libre del pecado. Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre Él. Porque quien ha muerto, ha muerto al pecado de una vez para siempre; y quien vive, vive para Dios. Lo mismo ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.
L: Palabra de Dios
T: Te alabamos, Señor
Terminada la lectura del Apóstol, todos se ponen de pie y el sacerdote entona solemnemente, tres veces, elevando gradualmente la voz, el Aleluya, que todos repiten. Si es necesario, puede entonarlo el salmista. Inmediatamente después el salmista o el cantor proclama el salmo 117. El pueblo responde con el Aleluya.
Después del Evangelio, no se omite la homilía, aunque sea breve.
Salmo responsorial 117, 1-2. 15c. 16a. 17. 22-23
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia / R.
“La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa”. No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor / R.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente / R.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 24, 1-12
“¿Por qué buscan entre los muertos al que vive?”
El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro. Y, entrando, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes. Ellas quedaron despavoridas y con las caras mirando al suelo y ellos les dijeron: “¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado. Recuerden cómo les habló estando todavía en Galilea, cuando dijo que el Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar”. Y recordaron sus palabras. Habiendo vuelto del sepulcro, anunciaron todo esto a los Once y a todos los demás. Eran María la Magdalena, Juana y María, la de Santiago. También los demás, que estaban con ellas, contaban esto mismo a los apóstoles. Ellos lo tomaron por un delirio y no las creyeron. Pedro, sin embargo, se levantó y fue corriendo al sepulcro. Asomándose, ve solo los lienzos. Y se volvió a su casa, admirándose de lo sucedido.
S: Palabra del Señor
T: Gloria a ti, Señor Jesús