“Sígueme”
(Lc 9, 59)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Seguir a Jesús es adentrarse en un camino en el que no hay seguridades materiales sino la confianza plena en el amor y la providencia del Padre. Confianza que llena la vida, pero que solo es posible experimentar cuando se asume el riesgo de seguir sus mismos pasos: “Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. Riesgo que abre los horizontes de nuestra mentalidad consumista, para llevarnos a reconocer la importancia de dejar atrás todo aquello que nos implica seguridad afectiva, material, o incluso espiritual para lanzarnos a anunciar con mayor disponibilidad la Palabra de Dios: “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios”. Pidamos al Señor en este día la gracia de ser más disponibles a la hora de seguirlo.
Reflexionemos: ¿Qué realidades personales, materiales o espirituales nos impidan seguir hoy a Jesús?, ¿cómo podemos abrirnos más a la confianza en el amor providente de Dios Padre?
Oremos: Señor, Jesús, queremos seguirte. Ayúdanos a dejar atrás los temores, los apegos y las seguridades materiales, que nos impiden seguirte con mayor disponibilidad. Amén.
Recordemos: Seguir a Jesús es adentrarnos en la lógica providente de Dios Padre.
Actuemos: Hagamos en este día una lista de aquellas realidades personales, materiales o afectivas que no nos permiten seguir a Jesús.
Profundicemos: Seguir a Jesús es darle el primer lugar en nuestro corazón y en nuestra vida (Libro: Cuando me enamoré te puse en primer lugar).