“¡Que alegría! ¡Encontré la oveja que se me había perdido!”
(Lucas 15,1-7)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Hoy celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, y pedimos la gracia de tener “los mismos sentimientos de Cristo”. Celebrar el Corazón de Jesús, es celebrar el don de su humanidad, pues para la cultura hebrea el corazón significaba la dimensión íntima del ser humano.
En el Evangelio de hoy vemos a Jesús como responde a la crítica de los fariseos y letrados. El amor de Dios que viene a nuestro encuentro en la persona de Jesús está bien presentado en las impactantes parábolas de la misericordia de Lucas 15. En ella, se describe el amor y la misericordia de Dios que se dirigen a todo hombre, y especialmente a quien más lo necesita el pecador.
También se presentan dos visiones radicalmente opuestas acerca de Dios: La crítica de los fariseos a la praxis de Jesús que acoge a los pecadores (15,1-2), y la praxis y la enseñanza de Jesús (15,3-7), que presenta a un Dios que sale a la búsqueda de cada persona con gran misericordia. Aunque le demos la espalda, su amor por nosotros no acaba nunca. Ya que para Dios siempre somos valiosos ante sus ojos, nos ha creado con amor y nos ha acompañado a lo largo de nuestra vida. Esto es lo que revela Jesús a todo lo largo del evangelio en su búsqueda continua de los pecadores.
Esta fiesta del Sagrado Corazón de Jesús quiere animar en nosotros un camino de conversión en nuestra manera de ver a Dios, no es el Dios duro y rígido que predicaban los fariseos sino el Dios amor, el Padre de Jesús, que está siempre presuroso en búsqueda de su oveja perdida. El Dios que se conmueve hasta las lágrimas. El Dios que hace fiesta porque nos ha encontrado. El Dios para quien somos valiosos e importantes: “habrá más alegría por un solo pecador que se arrepienta que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de arrepentirse”.
Nos corresponde ahora a nosotros apropiarnos de la sensibilidad de Dios y amar con su mismo amor, hacerlo el corazón de nuestro corazón.
Oremos: Señor Jesús, gracias por ser mi pastor y el guía de mi existencia. No quiero tener otra meta en mi vida que alcanzar la santidad para gozar de ti por toda la eternidad. Confió en tu infinita misericordia. Amén.
Recordemos: ¿Quién de ustedes que tienen cien ovejas y se le pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve y va a buscar la que se le perdió hasta encontrarla?
Actuemos: ¿Tú irías detrás de la oveja perdida? ¿Piensas que la Iglesia de hoy es fiel a esta parábola de Jesús?
Profundicemos: ¿Sientes la misericordia de Dios en su vida?
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