“No se agobien por el mañana”
(Mateo 6, 24-34)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Vemos a Jesús ofreciendo a sus seguidores una especie de “manual de discipulado “Un manual que se aleja del simple cumplimiento de normas externas y que manifiesta una experiencia fundamental en los discípulos, su condición de hijos del Padre celestial.
Eso debe ser lo más importante y de esa experiencia brota un modo de conducta de acuerdo a la voluntad del Padre. Pues bien el mensaje del Evangelio de hoy solo puede asumirlo quien vive desde esta condición de hijo de Dios. Jesús se dirige en Él a un grupo de discípulos que, aunque habían dejado todo para seguirle, aún se movían entre la fe y la duda. Vivian preocupados por muchas cosas. ¿De qué se preocupaban los discípulos? Curiosamente, los discípulos no se preocupaban por lo superfluo, sino por los bienes básicos que necesitan para subsistir: el alimento y el vestido. Jesús sabe que necesitan todo eso, pero quiere que sitúen toda necesidad en el preciso lugar dentro de su escala de valores. De este modo alerta contra la tendencia del ser humano a asegurar la propia vida. El los invita a vigilar su relación con lo material, incluso con los bienes básicos.
Jesús emplea imágenes sacadas del ámbito de la experiencia cotidiana: segar y sembrar, sabía que las aves no poseían graneros propios, una mujer acostumbrada a hilar, comprenderían que los lirios no se afana tejiendo sus vestidos. Con estas imágenes Jesús dice a sus discípulos que no se agobien por lo material, porque es una preocupación estéril. Además, les exhorta a desplegar una confianza sin límites. ¿En quién deben poner sus discípulos toda su confianza? Ellos han de poner su confianza absolutamente en el Padre celestial, porque Él sabe lo que necesitan aun antes de pedirlo. Es aquí donde Jesús sitúa la novedad de su enseñanza. Dice a sus discípulos y hoy a nosotros que es saludable no angustiarse por lo material, porque no controlamos el futuro. En cambio ese futuro está sometido a un Dios providente que se preocupa de todo lo creado y más aún de sus hijos. El Padre, que conoce toda necesidad, proveerá, incluso sin necesidad de pedírselo.
Oremos: Señor Jesús dame la gracia de elegirte siempre como mi primer y única opción, que mi corazón te amé plenamente y que confiando en ti espere tu auxilio, para afrontar los retos cotidianos de mi existencia. Amén.
Recordemos: “Busquen primero el reino de Dios y su justicia; lo demás se los dará por añadidura”.
Actuemos: ¿Sirvo a Dios con todo mí ser, con toda mi alma y con todo mi corazón?
Profundicemos: ¿Qué puedo hacer para articular mejor fe y economía.
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