“Al volver a su casa, el que estaba a paz y salvo con Dios era el recaudador”
(Lucas 18, 9-14)
Permitamos que la Palabra del Señor toque nuestra vida.
Después de haberse presentado en Nazaret como el Profeta enviado por Dios para anunciar a los pobres la Buena Noticia, Jesús sigue repitiendo “Dios está ya cerca”, mientras sigue abriendo sendas par aun mundo más humano, pero con la certeza de que para cambiar el mundo, es necesario que cambie primero el ser humano.
Y llegan al él unos desconocidos con la noticia de la horrible matanza de unos galileos en el recinto sagrado del templo; cuyo autor ha sido, una vez más, Pilato. Y Jesús les recuerda la muerte de dieciocho personas aplastadas por la caída de un torreón de la muralla cerca a la piscina de Siloé, en Jerusalén. Y sin detentarse en las desgracias, hace de ambos sucesos esta afirmación: ¡las víctimas no eran más pecadores que los demás! Y volviendo su mirada a los presentes los enfrenta consigo mismos exhortándolos a escuchar en estos acontecimientos la llamada que Dios les está haciendo a cambiar de vida: «si no se convierten todos van a perecer».
Reflexionemos:
Oremos:
Señor, vengo a ti reconociendo mi falta y mi pecado con la confianza de un niño que se abandona en los brazos de su madre, te abro mi corazón implorando tu perdón por las veces que he fallado. Acoge mi oración que siendo pobre, con total humildad expresa la sinceridad de lo que soy. Amén
Recordemos:
‘¡Oh Dios, ten compasión de este pecador!’. Pues bien, les digo que al volver a su casa, el que estaba a paz y salvo con Dios era el recaudador y no el fariseo. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.
Actuemos:
La oración es la llama que hace crecer nuestra fe, llevándonos al encuentro sincero con Dios y con nosotros mismos en el abrazo del perdón. Me tomo el tiempo para hablar con el Señor de lo que la Palabra hoy deja en mi vida.
Profundicemos:
Al Señor le gusta que nos acerquemos a Él con la libertad y confianza de quien se sabe amado. Para orar no es necesario construir un gran libreto como quien va a dar un bello discurso, sólo abrir el corazón y hablar con Dios como lo hacemos con alguien con quien sabemos nos ama.