18 de Febrero

 Miren, el que quiera salvar su vida la perderá;
pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.

(Marcos 8, 34 – 9, 1)

 

Permitamos que la Palabra del Señor toque nuestra vida.

En el evangelio de ayer Jesús en dialogo con Pedro nos hizo comprender que la cruz es parte fundamental de su vida y de nuestro seguimiento. Hoy, declara abiertamente que quien quiere estar con Él ha de cargar su propia cruz y seguir sus pasos.

Jesús no vino a este mundo a eliminar el sufrimiento y la fatiga, sino a enseñarnos a vivir como hijos de Dios y como hermanos en medio de cualquier contrariedad, y nos mostró con su vida que este es el secreto de plenitud y felicidad verdadera.

Por ello nos invita a seguirlo asumiendo con El toda fatiga y sufrimiento, porque el que quiera salvar su vida, buscando siempre su satisfacción y evitando el dolor, acabará perdiéndose a sí mismo; pero si unidos a Jesús renunciamos a nuestros intereses egoístas y nos donamos con amor a los demás, alcanzaremos la plenitud de la vida.

 

Reflexionemos:

¿Cuál es mi actitud ante la cruz? ¿En los momentos de dolor me refugio en Jesús y asumo con El lo que la vida presenta? Señor contigo el sufrimiento me madura y me colma de paz.

 

Oremos:

Señor, gracias por invitarnos a cargar nuestra cruz junto contigo; enséñanos a sufrir con amor y esperanza como Tú. Amén.

 

Recordemos:

“Jesús llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”.

 

Actuemos:

Cuando llegue un momento difícil recuerdo que no estoy solo, Jesús camina conmigo y me trasmite su fuerza, su espíritu.

 

Profundicemos:

“El cristianismo no es una doctrina, no es un programa de vida para ser constructores de paz. Éstas son consecuencias. El cristianismo es una persona, una persona elevada en la Cruz, una persona que se anonadó a sí misma para salvarnos…; No se comprende el cristianismo sin entender esta humillación profunda del Hijo de Dios, que se abajó a sí mismo haciéndose siervo hasta la muerte y muerte de Cruz.

 

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