“Les aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe” (Mt 8, 10)
Después de curar al leproso, Jesús se dirige a Cafarnaún y allí un centurión romano sale a su encuentro para pedirle que sane a uno de sus sirvientes: “Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho”. Jesús viendo la necesidad de aquel hombre le propone ir hasta su casa para sanarlo, pero el centurión al no sentirse digno de su presencia, le pide que lo cure de palabra: “Basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano”. Jesús al escucharlo se admira por su fe, ya que el siendo un romano, cree mucho más en su poder que los de su pueblo, y le concede aquello que le pide: “Vuelve a casa, que se cumpla lo que has creído”. Pidamos al Señor en este día la gracia de aprender a confiar en él, con la fe y la humildad del centurión romano. Así mismo, la capacidad de interceder por todos aquellos que sufren o están enfermos y necesitan de nuestro apoyo, consuelo y cuidados.
Reflexionemos:
¿Qué enseñanzas nos deja la fe del centurión?, ¿cómo podemos ayudar o interceder por todos nuestros familiares o conocidos que sufren o están enfermos?
Oremos:
Enséñanos, Señor, como el centurión romano a confiar en la fuerza de tu Palabra y en su poder sanador. A experimentar como la fe en ti, puede ayudarnos a superar las barreras de nuestros límites personales, sociales o religiosos. Amén.
Recordemos:
El Señor solo nos concede aquello que le pedimos con fe.
Actuemos:
Contemplemos en esta jornada la fe del centurión romano y miremos como podemos llevarla a nuestra vida.
Profundicemos:
La fe abre nuestra existencia Dios y nos permite experimentar su acción salvadora (Libro: El camino de la fe).