“Quiero: queda limpio” (Mt 8, 3)
En este día un leproso se acerca a Jesús para pedirle que lo sane. Hecho que para la cultura judía a la que pertenecía Jesús era algo impensable, ya que los leprosos eran considerados personas impuras y no podían acercarse a los demás porque los contaminaban. Pese a ello, el leproso supera dichos obstáculos sociales para expresarle a Jesús su fe en él: “Si quieres, puedes limpiarme”. Jesús, al ver la fe del leproso, también rompe las prescripciones de su cultura y lo toca, sin importarle que por dicho gesto quedara impuro ante los demás. La fe del leproso y el deseo de Jesús de sanarlo nos ayudan a percibir la manera como Dios sale al encuentro de nuestras necesidades cuando nos acercamos a él con la certeza que puede darnos aquello que necesitamos. Así mismo, a percibir la importancia de ser audaces y decididos a la hora de ayudar a los demás como Jesús.
Reflexionemos:
¿Qué enseñanza nos deja la fe del leproso y la osadía de Jesús para sanarlo?, ¿cómo podemos crecer en nuestra capacidad de riesgo para ayudar a los demás?
Oremos:
Danos, Señor, la capacidad de salir de nuestros temores o prevenciones a la hora de ayudar a los demás. Que como tú, hagamos prevalecer siempre la vida y el bienestar de las personas sobre cualquier otro interés. Amén.
Recordemos:
Ayudar al otro requiere que superemos los obstáculos que nos impiden llegar hasta él.
Actuemos:
Dejemos resonar en nuestro corazón a lo largo de esta jornada las palabras del leproso a Jesús: “Señor, si quieres, puedes limpiarme” y expresémosle a través de ellas, aquellas realidades o enfermedades de las que necesitamos ser sanados.
Profundicemos:
La mejor manera de buscar y alcanzar la sanación de Dios es a través de la oración confiada, sincera y constante (Libro: Sanando el corazón. En diálogo con Dios).