“No es Dios de muertos, sino de vivos” (Mc 12, 27)
En el evangelio de hoy, nuevamente Jesús es puesto a prueba por otro de los grupos religiosos de su tiempo: los saduceos. Ellos no creían en la resurrección de los muertos, por lo que retan a Jesús con una pregunta sobre una mujer casada con siete hermanos, que al morir no deja descendencia: “Cuando llegue la resurrección y vuelvan a la vida, ¿de cuál de ellos será mujer?”. Pregunta que si bien tenía como base la ley del levirato, la cual estipulaba que las mujeres que quedaban viudas sin tener descendencia se casaran con el hermano de su esposo, buscaba mostrar que la resurrección de los muertos, era una situación absurda e irracional. Jesús, por su parte les enseña que la resurrección más allá de ser continuidad de una realidad mortal es un estado de vida plena en Dios: “Cuando resuciten, ni los hombres ni las mujeres se casarán; serán como ángeles del cielo”. Controversia, que a su vez, le permite reiterar el poder que Dios tiene sobre la muerte: “No es Dios de muertos, sino de vivos”. Pidamos al Señor, que ante las realidades de muerte que vivimos por la pandemia, podamos acogerlas con esperanza cristiana y reconocer en ellas, el nacimiento a una vida plena en Dios.
Reflexionemos:
¿Cómo acogemos o vivimos el misterio de la muerte?, ¿reconocemos en él, el nacimiento a una vida plena en Dios?
Oremos:
Ayúdanos, Señor, a vivir el misterio de la muerte con fe y esperanza cristiana. A reconocer en ella, el nacimiento a una vida plena y gozosa en Dios. Amén.
Recordemos:
La muerte es el nacimiento a una vida bienaventurada en Dios.
Actuemos:
Oremos en este día por nuestros familiares, amigos o conocidos que han partido en este último año a la casa del Padre.
Profundicemos:
Perder a un ser querido es una realidad que confronta abiertamente nuestra fe y toda nuestra existencia. Aprender a vivirla de la mano de Dios nos ayudará a darle sentido a nuestras dudas y sufrimientos (Libro: La vida ilumina nuestra muerte).