“Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a quién enviaste Jesucristo” (Jn 17, 3)
El evangelio de este día nos presenta la primera parte de la que conocemos como la oración sacerdotal. La cual es pronunciada por Jesús en el contexto de la Última Cena con sus discípulos. En ella, pide a Dios por ellos para que puedan vivir el mismo amor que los une como Padre e hijo. Un amor que gracias a la fe, se extiende hoy hasta nosotros y nos lleva a reconocer en las acciones y las palabras de Jesús, el rostro misericordioso de Dios y el sentido de la vida plena. Conocer a Jesús, es conocer al Padre y el camino para llegar a Él. Pidamos al Señor en este día que nos conceda la gracia de reconocer el rostro amoroso del Padre en la realidad de enfermedad y sufrimiento que vivimos, a través de los diferentes gestos de cercanía, solidaridad y bondad que recibimos y nos animan a continuar nuestra vida con mayor fe, ánimo y esperanza.
Reflexionemos:
¿Qué realidades personales o familiares nos han ayudado a experimentar la presencia de Dios durante este tiempo de pandemia?, ¿hemos crecido en nuestra relación con él?
Oremos:
Ayúdanos, Señor, a reconocer que tú estás presente en las personas que pones a diario en nuestro camino, para ayudarnos a superar los problemas que vivimos con mayor fe, valor, optimismo y esperanza. Amén.
Recordemos:
En Jesús descubrimos el verdadero rostro del Padre.
Actuemos:
Pidamos al Señor en este día por la vida y el bienestar de todos aquellos que con sus consejos y acciones, nos conducen a su encuentro.
Profundicemos:
Los padres de la Iglesia fueron un grupo de pastores, que durante los ocho primeros siglos del cristianismo, tuvieron la tarea de formar y acompañar la vida de fe de las comunidades cristianas. Sus escritos son valiosos testimonios que nos ayudan a meditar, descubrir y profundizar más el significado del rostro misericordioso de Dios Padre (Libro: Dios padre en los escritos patrísticos).