“Pero el santuario del que Él hablaba, era su cuerpo” (Jn 2, 21)
Llegamos hoy al Tercer Domingo de Cuaresma y el evangelio nos lleva a Jerusalén, después de acompañar a Jesús, en los dos domingos anteriores, al desierto y al monte tabor. Jesús viaja de Galilea a Jerusalén por la proximidad de la Pascua y al llegar al Templo expulsa a sus comerciantes por hacer de la casa de Dios un mercado. Actitud que despierta la confrontación de las autoridades religiosas y enciende una acalorada discusión en torno a la autoridad de Jesús: “¿Qué prueba nos das de que tienes derecho a hacer esto?”. Jesús les respondió: “Destruyan este santuario, y en tres días lo reconstruiré”. Respuesta que desconcierta aún más a sus oponentes porque Jesús asume el lugar del Templo y anticipa con ello, su muerte y resurrección. Jesús pasa ahora a ser el lugar definitivo de la presencia de Dios en medio de su pueblo, el lugar desde el cual pueden adorarlo y encontrarlo. Pidamos al Señor que nos ayude en esta tercera semana de cuaresma a reconocer en sus palabras y en sus acciones la presencia viva de Dios. Igualmente, adorarlo desde el santuario de nuestro corazón.
Actitud: Adoración.
Reflexionemos:
¿Reconocemos en Jesús el lugar privilegiado de nuestro encuentro con Dios?, ¿cómo podemos fortalecer nuestra adoración personal desde nuestros hogares en este tiempo cuaresma?
Oremos:
Enséñanos, Señor, a reconocer que tú eres el lugar privilegiado donde Dios se revela y nos comunica sus enseñanzas. Que desde el santuario de nuestro corazón, podamos adorarte siempre y entrar en comunión contigo. Amén.
Recordemos:
Podemos adorar a Dios cada día desde el santuario de nuestro corazón.
Actuemos:
Adoremos a Dios en este día desde nuestro corazón. Propiciemos también un espacio de oración familiar para agradecerle por las bendiciones que durante este tiempo hemos recibido.
Profundicemos:
Una de las mejores alabanzas que podemos ofrecer a Dios es la oración confiada que parte de la vida y las realidades que vivimos. Los salmos nos ayudan a expresar esta alabanza y entrar en intimidad con Dios (Libro: Un salmo diario para nuestra vida).