9 de mayo

         “La paz les dejo, mi paz les doy… Que no se turbe su corazón”. 

(Jn 14,27)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

San Juan nos trae hoy otro detalle de las palabras que Jesús dirigió a sus discípulos antes de partida de este mundo. Que hermoso es ver a Jesús preocupado por sus discípulos como una madre se preocupa por sus hijos. Al verlos tristes, les da todo lo que Él mismo es: “Les dejo la paz, mi paz les doy y no se la doy como la da el mundo. Que no se turbe su corazón ni se acobarde”.

La paz que Jesús da, no es esa tranquilidad superficial que apacigua por unos momentos nuestras angustias y afanes, sino aquella armonía interior que se experimenta cuando hemos  aceptado  un sufrimiento por amor, o hemos cumplido lo que Dios nos pedía, así fuese difícil.

La paz que da Jesús es fruto del amor de Dios acogido en nuestro corazón; por eso supera inmensamente las satisfacciones pasajeras que el mundo nos ofrece.

 

Reflexionemos: ¿Has experimentado en algún momento la paz que Jesús da? ¿La estas necesitando?  Entra en el silencio de tu corazón y acoge la presencia viva de Jesús que habita allí. Permite que Él te hable, te ilumine y te consuele. ¡Señor Tú eres la fuente perenne de la paz verdadera!

 

Oremos: Señor Jesús, tú eres la fuente de paz que anhelamos y aún no logramos alcanzar. Aumenta nuestra fe en ti. Reaviva nuestra esperanza y enciende en nuestros corazones tu amor para que seamos instrumentos de tu paz. Amén.

 

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