“Yo soy la luz del mundo”
(Jn 8, 12-20)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Hay momento en que vivimos en la oscuridad, con miedo, con angustia. Jesús ha venido como la luz en medio de la oscuridad; el que cree en Él, vencerá las tinieblas. La imagen de la luz usada por Jesús (“Yo soy la luz del mundo…”) está inspirada en las lámparas que ardían en el patio de las mujeres en el Templo de Jerusalén durante la primera noche de la fiesta de las chozas. Ante la presencia del Señor, todas las personas deben optar por seguir el camino de la luz que es Jesús o seguir el camino de las tinieblas que es el de las malas obras (cf. Jn 3,19-21). La discusión se centra en el testimonio que el Señor da de sí mismo y de la autoridad de su juicio justo. La justificación del Señor se basa en que Él procede del Padre, algo que no es percibido por sus adversarios. Efectivamente, el Padre ha confiado el juicio al Hijo (Jn 5, 22; 9, 39) y el juicio del Hijo consiste en salvar, no en condenar (Jn 3,17; 12,47), ya que su juicio es verdadero y no falso como el juicio que imparten los hombres.
Reflexionemos: Jesús es la luz del mundo. Podemos ante esta afirmación preguntarnos: ¿Qué oscuridad hay en mí que deseo que sea disipada por la luz de Jesús?
Oremos: Señor Jesús, tú eres la luz que ilumina mi existencia y da sentido a todo cuanto soy. Enséñame a caminar siempre en tu presencia, a confiar más en tu Palabra y reflejar tu amor donde quiera que vaya. Amén.
Actuemos: ¿Soy implacable con las personas, con mis propios juicios? Dispongo un tiempo de oración y le pido al Señor su luz para que Él actúe en todos los momentos de mi vida.
Profundicemos: “Cuando tú, Señor Jesús, me conduces a la luz y encuentro a Dios, gracias a ti y, gracias a ti, recibo al Padre, soy coheredero contigo (Rm 8,17), ya que tú no te avergüenzas de tenerme como hermano (Hb 2,11). Apartemos, pues, el olvido de la verdad, venzamos la ignorancia. Habiendo disipado las tinieblas que nos envuelven como una nube, contemplemos al Dios verdadero y proclamemos: ‘Bendita sea la luz verdadera’” (Clemente de Alejandría).
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