“Quien me ha visto a mí ha visto al Padre”
(Juan 14, 7-14)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Jesús habla siempre con tanta ternura del Padre que ha despertado en los apóstoles un grande deseo de conocerlo. Por ello, hoy Felipe le pregunta con espontaneidad: ¡Señor, muéstranos al Padre! Y Jesús que vive siempre unido al Padre, le dice con asombro: “hace tanto tiempo que estás conmigo y ¿no me conoces Felipe? Verme a mí es ver al Padre, porque Él está en mí y yo estoy en Él. ¡Que comunión tan viva y profunda entre Jesús y el Padre!
Jesús Resucitado vive en el Padre. En el día bendito de nuestro bautismo, nos comunicó su Santo Espíritu y gracias a Él, Dios Uno y Trino, puso su morada en nuestro corazón. Hermano, hermana, ¿será que somos realmente conscientes de esta sublime realidad? Dios habita dentro de nosotros porque quiere vivir y manifestarse en nuestra vida. ¡Que hermoso es ser cristiano!
Reflexionemos: ¿Acogemos con alegría y gratitud este don incomparable? ¿Nos dejamos guiar por el Espíritu Santo para que la presencia de Jesús resplandezca en nuestra manera de vivir? Señor, que quien nos vea, descubra en nosotros un destello de tu amor.
Oremos: Gracias Padre bueno, porque en Jesús nos has revelado tu rostro y comunicado tu amor. Gracias porque desde el día bendito de nuestro bautismo, hiciste de nosotros tu morada, oh Dios Uno y Trino. Ayúdanos, a seguir las indicaciones de tu Santo Espíritu, para que quien nos vea, pueda percibir tu presencia y recibir tu amor. Amén.