“Levántense, no tengan miedo”
(Mt 17, 7)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Llegamos hoy al segundo domingo de Cuaresma y el evangelio nos invita a subir la montaña junto a Juan, Santiago y Pedro, para ser testigos de la transfiguración del Señor. Momento central en la vida de Jesús en el que el Padre confirma su misión, manifiesta su gloria y lo presenta como su hijo muy querido, en quien revela toda su verdad: “Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo mi complacencia. Escúchenlo”. Quizás como los discípulos, al experimentar la grandeza de Jesús podemos llenarnos de temor y no sentirnos dignos de su presencia. Pidamos al Señor, que en esta Cuaresma podamos abrir mucho más nuestra vida y nuestro corazón a él, dejarnos transformar por su ternura y su bondad, escuchar con mayor atención sus enseñanzas y caminar hacia dónde Él quiere que vayamos. Solo así, lograremos transfigurar la imagen que tenemos de Dios, crecer en el amor y la libertad que tanto necesitamos para seguirlo, servirlo y anunciarlo.
Reflexionemos: ¿Cómo podemos fortalecer nuestro encuentro personal con Jesús en este tiempo de Cuaresma?, ¿qué necesitamos que Jesús transfigure o renueve en nuestra vida de fe?
Oremos: Ayúdanos, Señor, a unir nuestra vida mucho más a ti en este tiempo de Cuaresma. A escuchar con mayor fe tus enseñanzas, encontrarnos a solas contigo en la oración y dejarnos transformar por tu amor. Amén.
Recordemos: La imagen que tenemos de Jesús se transfigura en la medida en que nos relacionamos con Él, especialmente en la oración.
Actuemos: Reservemos un espacio de este día para encontrarnos a solas con Dios y preguntarnos cómo podemos unir nuestra vida más a él en este tiempo de Cuaresma.
Profundicemos: La Cuaresma es un tiempo propicio para fortalecer nuestro encuentro con Dios, especialmente a través de la oración y el compartir fraterno con quienes nos rodean (Libro: Cuaresma. Camino hacia la Pascua).