“No tienen necesidad de médico los sanos”; “misericordia quiero y no sacrificio”
(Mt 9, 9-13)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Mientras Jesús caminaba, vio a un hombre llamado Leví, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. La mirada de Jesús que penetró en su corazón, no solo lo acogió y lo amó sabiendo que era pecador, sino que lo eligió como su discípulo y aceptó cenar con sus amigos, pecadores como él.
Estas actitudes de Jesús que sorprendieron a los fariseos eran la revelación de su identidad mesiánica; Jesús vino al mundo para buscar a los que están confundidos, enfermos o perdidos, para iluminarlos, guiarlos y acercarlos a su corazón y que así puedan tener vida en abundancia. En Jesús resplandece la ternura misericordiosa de Dios Padre que busca salvar no a los justos, sino a los pecadores.
Ojalá todos los que nos reconocemos pecadores, o nos sentimos indiferentes ante el amor de Dios, podamos percibir como Leví la mirada y el llamado amoroso de Jesús que nos invita a caminar con Él, a liberarnos de todo lo que nos impide ser felices y hacernos como Él, constructores del Reino de Dios en este mundo.
Preguntémonos: ¿En cuáles circunstancias de mi vida he experimentado que soy amado por Dios así como soy, sin reservas y sin condición? ¿Comprendo que esto es lo que me expresa Jesús cuando dice: “Misericordia quiero y no sacrificio”? ¿Estoy dispuesto a dejarme encontrar por Jesús y seguir caminando con Él?
Oremos: Padre bueno, gracias por el don inefable de tu Hijo Jesús, en quien nos revelas tu rostro misericordioso y compasivo. Y gracias a ti, Jesús, que en todo momento estás buscando a quienes estamos perdidos. Ayúdanos a responder con prontitud y alegría a tu infinito amor. Amén.
Actuemos: Hoy me tomo un tiempo suficiente para reconocer y agradecer los momentos de gracia en que me he sentido amado y perdonado por Dios, mi Señor y redentor.
Recordemos: “Vayan, pues, a aprender qué significa aquello de: ‘misericordia quiero y no sacrificio’. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores”.
Profundicemos: “Para Jesús lo que cuenta, sobre todo, es alcanzar y salvar a los lejanos, curar las heridas de los enfermos, reintegrar a todos en la familia de Dios. Y eso escandaliza a algunos; pero Jesús no tiene miedo de este tipo de escándalo… Él ha querido integrar a los marginados, salvar a los que están fuera del campamento” (Papa Francisco).
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