5 de febrero del 2025

        “No desprecian a un profeta más que en su tierra”

(Mc 6, 1-6)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Jesús, mientras está realizando su misión, fue con sus discípulos a Nazaret donde se había criado y un día sábado se puso a enseñar en la sinagoga. Jesús no habla como quien explica una doctrina, sino como un sabio que comunica su experiencia de Dios. Es un hermano que sana la vida y alivia el sufrimiento. Pero sus paisanos, familiares y conocidos, en vez de creerle se hacen muchas preguntas sobre Él: “¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas, ¿no viven con nosotros aquí?”.

Ellos creían saber todo sobre Jesús y no lograron abrir su propio corazón a su enseñanza, sino que se escandalizaban de Él.  Entonces Jesús les dijo abiertamente: “No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa”. Y por la incredulidad de esta gente, el Señor no pudo hacer allí ningún milagro. 

Es hermoso ver cómo Jesús, aunque se sorprende por su falta de fe, no se deja intimidar por su rechazo, sino que sana a los que le es posible y sigue recorriendo los pueblos anunciando a todos la llegada del Reino de Dios.

 

Reflexionemos:¿Acojo a Jesús como mi Señor y mi Salvador? ¿Cómo alimento mi fe en Él? ¿Cómo la manifiesto?

 

Oremos: Señor Jesús, gracias porque al hacerte hombre te igualaste en todo a nosotros haciéndote más cercano y hermano. Ayúdanos a reconocerte como el Mesías, nuestro Dios, Señor y Salvador. Amén.

 

Actuemos: Trataré de conocer un poco más a Jesús cada día meditando su Palabra y descubriendo las manifestaciones de su amor en medio de mi cotidianidad.

 

Recordemos:“‘No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa’”. No pudo hacer allí ningún milagro”.

 

Profundicemos: “Jesús no había estudiado en ninguna escuela rabínica. No le preocupaban las discusiones doctrinales y no se dedicaba a explicar la Ley y no se interesó nunca por los ritos del templo. Era un maestro que enseñaba a entender y vivir la vida de manera diferente, desde Dios” (José Antonio Pagola).

 

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