“Cuando les quiten el novio, entonces sí ayunarán”
(Mateo 9, 14-15)
Permitamos que la Palabra del Señor toque nuestra vida.
La manera nueva que Jesús propone para vivir la fe, inquieta a todos los que observan su modo de diferente de relacionarse con Dios y con toda persona de cualquier condición. Esta vez son los discípulos de Juan que le preguntan: ¿Por qué tus discípulos no ayunan?”. Él les respondió con un lenguaje que tal vez no les era familiar y menos hablando del ayuno. “Acaso los invitados a una fiesta de bodas están de luto mientras el novio está con ellos? Cuando el novio ya no este, entonces ayunaran”.
Con esta expresión, Jesús afirma que su presencia en este mundo es signo de que ha llegado el tiempo en que Dios celebrará Sus bodas con la humanidad, como habían prometido los profetas. Jesús es el esposo que busca a la humanidad perdida para desposarla con Dios para siempre; los discípulos son los primeros invitados, con ellos está inaugurando los tiempos nuevos!
En este tiempo de gracia, Jesús se coloca junto a ti y junto a mí para que con Él experimentemos el gozo de sentirnos amados por Dios como hijos, y hermanos entre todos y con todos.
Reflexionemos:
¿Será que le dejamos entrar en nuestro corazón? ¿Qué actitud mía se lo podría impedir? ¡Señor quiero darte espacio en mi corazón!
Oremos:
Gracias Padre bueno por enviarnos a Tu Hijo para que identificado con nosotros llevara la humanidad de vuelta a al Padre. Ayúdanos a no resistir a tu amor en este tiempo de gracia y bendición. Convierte a Ti nuestro corazón. Amen
Recordemos:
Pero llegará un día en que les quitarán al novio; entonces sí ayunarán”.
Actuemos:
Trataré de acercarme al Señor en este tiempo con la oración, las buenas obras y el sacramento de la reconciliación
Profundicemos:
¡Qué cese la cólera; qué desaparezcan las disputas! La mortificación del cuerpo es vana, si el corazón no se impone una disciplina para refrenar sus deseos desordenados… El profeta dijo: «el día del ayuno hacéis vuestros negocios y apremiáis a vuestros servidores. Ayunáis para querellas y litigios y herís con furibundos puñetazos” (Is 58,3-4)… En efecto sólo si perdonamos, Dios no nos devolverá nuestra propia injusticia.