“Contigo hablo, niña, levántate”
(Mc 5, 21-43)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Mientras Jesús acude a salvar a la hija de Jairo, entra en escena una mujer que sufre de hemorragias. Esta enfermedad la conver- tía en impura mientras durase el sangrado (cf. Lv 15, 19-24), y la obligaba a permanecer apartada durante ese tiempo para no volver impuro a quien la tocara. Humillada física y moralmente, ella solo se atreve a acercarse a Jesús desde atrás, sin dejarse notar. Expe- riencias similares pueden ocurrir en nuestro camino de fe cuando nos sentimos indignos, inhabilitados para la vida cristiana. La fe en un momento así solo logra expresarse bajo el deseo de que el Dios compasivo nos mire tal como reza el salmista: “Vuelve a noso- tros tu rostro y seremos salvos” (Sal 80, 8).
Tomado de: La Palabra, Pan de vida. Comentario al Evangelio diario 2024, Paulinas – Comentarios: Raúl Enrique Castro Chambi, S.J. y Carlos Cardó, S.J.
Preguntémonos: Una mujer es curada e integrada de nuevo a la convivencia de la comunidad. Una niña es levantada de su lecho de muerte. ¿Qué enseñan hoy estas dos acciones de Jesús para nuestra vida de familia y comunidad? ¿Cuáles son hoy los factores que causan la exclusión, tanto en la Iglesia como en la sociedad?
Oremos: Señor, ayúdanos a conocerte cada vez más, a tener una fe vivencial, a creer en ti y a creerte a ti, para que nuestra vida esté animada e impulsada por ti, esperando todo de ti, confiando siempre en ti. Auméntanos la fe. Amén.
Actuemos: La fe es una gracia, un don que el Señor nos da, de ahí, ¿qué puedo hacer para que mi fe en el Señor crezca, madure y fructifique en buenas obras?
Recordemos: Jesús sigue ofreciendo hoy dignidad y vida verdadera a quienes se acercan a él con fe. Su milagro en cada uno de nosotros es, además, una invitación a extender su vida a otras personas y a otros ambientes.
Profundicemos: La fe de una persona puede mover hasta el corazón del mismo Dios. Esta es una condición que todo cristiano debe tener bien afirmada. Recorre y experimenta en tu propia vida este pasaje. Escucha sus palabras, repítelas. La fe es escucha, diálogo, encuentro. Solo así hay sanación, salvación, liberación. Siéntete parte de un mundo con tantas formas de enfermedad y esterilidad. Ponlo en contacto con la fuerza sanadora de Jesús. Acércate en tu oración a su corazón. Nombra a grupos y personas, pueblos y comunidades que necesitan ser sanadas. Implícate con tu vida, con tus decisiones, con tu acción.
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