“Los padres de Jesús lo encontraron en medio de los maestros”
(Lc 2, 41-52)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
La liturgia de este día del Señor, en el tiempo de Navidad, invita a orar, recordar y presentar a nuestras familias porque celebramos la fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José. La familia que acogió la humanidad del Emmanuel, el “Dios con nosotros” y le dio calor de hogar, nombre que reveló su identidad. La lectura del Evangelio de Lucas que hemos escuchado narra el suceso de la peregrinación a Jerusalén de la familia de Nazareth, tradición de todas las familias judías, propia de las fiestas de pascua. El evangelista acentúa la edad, doce años, para indicar en la época el tiempo de las decisiones y las búsquedas, encontrarlo entre los doctores del templo es consecuencia del crecimiento de Jesús en todos los aspectos de su vida: “sabiduría, estatura y gracia ante Dios y los hombres”, es decir, autonomía de la formación de la propia personalidad de un niño judío de la época. Consecuencia de esta actitud María, su Madre, tiene el presentimiento latente de aquello que ha escuchado de Simeón: “y una espada atravesará tu pecho”, de ahí, que “conservaba todo esto en su corazón”, es decir, la madre que ora, medita y sabe el destino del hijo porque lo conoce. Los tres días de la búsqueda de sus padres nos colocan en sintonía con los tres días en el sepulcro que antecedieron el gozo de la Resurrección, tres días de oscuridad y turbación en el corazón de los padres de Jesús, tres días en que la luz venció la oscuridad.
Reflexionemos: ¿Qué gesto concreto puedo vivir con mi familia en este día de la Sagrada Familia de Nazareth?
Oremos: Sagrada Familia de Nazareth, ven al corazón de mi familia, ilumínala con la fe de José, la prontitud de María y la cercanía de Jesús. Que la gracia de tu Espíritu la ilumine y la conduzca hacia los designios amorosos del Padre en la tierra. Amén.
Actuemos: Dos actitudes fundamentales de este suceso de la Sagrada Familia de Nazareth. La de Jesús, “crecer en gracia y sabiduría”, ese será el movimiento dinámico de nuestra vida. La de María, la Madre de Jesús, “conservar todo en el corazón”, es decir, vivir las realidades de la vida en constante oración y ofrecimiento.
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