“De sus entrañas manarán ríos de agua viva. Dijo esto refiriéndose al Espíritu que había de recibir los que creyeran en El”
(Jn 7, 39)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Hermanos, ¡Es Pentecostés! Día maravilloso en que Jesús resucitado, derramando el Espíritu Santo sobre sus discípulos dio comienzo a la comunidad cristiana; revivamos con ellos este grandioso acontecimiento: Después de la trágica muerte de Jesús, los discípulos permanecían encerrados por miedo a los judíos. Pero, en la tarde del tercer día, Jesús Resucitado los sorprendió con su presencia: entró, con las puertas cerradas, se colocó en medio de ellos y mostrándoles sus manos y el costado les dijo: paz a ustedes! Ellos al verlo se llenaron de alegría.
Y Jesús conociendo sus miedos, repitió otra vez con inmensa ternura, paz a ustedes! Luego añadió: “como el Padre me envió a mí, Yo los envío a ustedes y soplando sobre ellos dijo: reciban el Espíritu Santo, a quienes perdonen sus pecados, les quedan perdonados, a quienes se los retengan les quedan retenidos”. Ellos, impulsados por el Espíritu Santo salieron a llevar a todos la salvación traída por Jesús al mundo. Gracias Señor por el don inefable de tu santo Espíritu!
Reflexionemos: El día bendito de nuestro bautismo cada uno de nosotros vivió su Pentecostés personal, y hoy se reaviva en todos este don incomparable.
Oremos: Padre bueno, abre nuestro corazón a la presencia vivificante del Espíritu Santo que reproduce en nosotros el modo de vivir y de amar de Jesús. Amén.