“Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén””
(Lc 9, 51)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
El evangelio de este día nos lleva a reconocer la gran resolución de Jesús de ir a Jerusalén. Ciudad que representa el lugar de su entrega definitiva al Padre, es decir, donde tendrá lugar su pasión, muerte y resurrección. Por eso, marchar allí no era fácil por todo el sufrimiento que implicaba, pero Jesús no desistió pese a las contrariedades que fue encontrando en el camino, como el rechazo de los samaritanos o la misma intolerancia de sus discípulos hacia los que no eran como ellos: “Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?”. Él se volvió y les regañó”. Tal vez como los discípulos, nosotros tampoco hemos comprendido bien el mensaje de Jesús y al sentirnos cerca de la muerte, el dolor o el sufrimiento, nos lleva actuar de manera precipitada y percibir en los otros una amenaza. Pidamos al Señor en este día la capacidad de reconocer en su entrega, una oportunidad valiosa para unir nuestra vida mucho más a Dios y a todos los que sufren.
Reflexionemos: ¿Estamos dispuestos como Jesús a ir a Jerusalén?, ¿qué nos atemoriza de este camino?
Oremos: Danos, la fuerza, Señor, para acoger con fe y perseverancia las realidades de muerte, dolor o enfermedad que llegan a nuestra existencia. Amén.
Recordemos: El dolor, la muerte o el sufrimiento son realidades que dan sentido verdadero a nuestra existencia.
Actuemos: Pongamos en manos del Señor en esta jornada todas aquellas realidades de sufrimiento, dolor, enfermedad o muerte que nos cuesta acoger y llevar por nosotros mismos.
Profundicemos: Los sufrimientos vividos de la mano de Dios se convierten en grandes oportunidades de aprendizaje, superación y crecimiento espiritual (Libro: Encontrarle el sentido a la enfermedad y al sufrimiento).