“Cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”
(Mateo 25, 40)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
“Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, ¿y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te alojamos; desnudo, ¿y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?”
Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”.
Es necesario y urgente, descubrir el rostro de Dios en nuestros hermanos que sufren, en quienes se han visto forzados a emigrar de su país, en los que viven en las calles… no podemos pasar de largo. Para hacer el bien y salir al encuentro de los demás, no hay día, sino que debe ser parte de nuestra vida.
Vengan ustedes benditos de mi Padre, hereden el Reino preparado para ustedes, desde la creación del mundo.
Reflexionemos: Si bien vivimos tiempos difíciles de inseguridad, corrupción, violencia, no podemos olvidar que de las obras de misericordia no estamos exentos ninguno.
Oremos: Señor, danos la capacidad de discernimiento para saber distinguir el bien del mal, y no perder la sensibilidad ante el sufrimiento de tantos hermanos que muchas veces necesitan más que nuestras cosas materiales, nuestro tiempo, nuestra escucha y comprensión.
Recordemos: ¿Cuándo te vimos hambriento o sediento, forastero o desnudo, enfermo o encarcelado y no te asistimos? Y él les dijo yo les aseguro que cuando no lo hicieron con uno de aquellos más insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo.
Actuemos: Evitaré vivir centrado en mí mismo y estaré abierto a los demás.
Profundicemos: Tus palabras Señor, son espíritu y vida. Sal 18 (Libro: Relatos del Evangelio que iluminan la vida).