26 de diciembre de 2024

 “No serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre”

(Mt 10, 17-22)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

La fiesta del martirio de san Esteban irrumpe el color blanco, en las celebraciones de la octava de Navidad, para recordar con el rojo del martirio, como todo nacimiento de la vida humana, está mediado por el misterio del dolor, de la cruz, por tanto, en la vida propia de la condición humana todo nacimiento es también misterio de dolor y muerte que marca otro misterioso nacimiento, el de la vida eterna. El testimonio de san Esteban recuerda el camino progresivo de crecimiento de toda la vida cristiana, porque el discípulo busca configurar su vida en la escuela del Maestro conforme a sus sentimientos; de ahí, la expresión des Esteban: “Señor, no les tengas en cuenta este pecado”, porque toda muerte es promesa de vida en la gloria de la Resurrección. En todo nacimiento, en todo proceso de crecimiento, en todo camino de maduración y en toda experiencia de muerte y martirio, el protagonista es el Espíritu, de hecho, Esteban soporto la crueldad del martirio con esperanza gozosa que aguarda la eternidad porque la fuerza radiante del Espíritu le permitió contemplar el don de Dios, y ver más allá de lo que sus ojos estaban viendo en el momento del apedreamiento. Este Espíritu que en comunión con el Padre y el Hijo, otorga a cada discípulo y apóstol los dones y las gracias necesarias, es el que estará presente según la promesa del Evangelista Mateo, el día del juicio, de la persecución. Espíritu que colocará las palabras en la boca. Promesa hecha vida para quien padece el duro drama de la persecución o la tortura en nuestro tiempo.

 

Reflexionemos: Ante las realidades más adversas de la vida, es posible para mí, la misma actitud de Esteban, desear tener los mismos sentimientos del Maestro: “No les tenga en cuenta este pecado”, o por el contrario, deseo hacer justicia por mí mismo y decir mis propias palabras.

 

Oremos: Niño del alma, en Belén recordamos el misterio de tu encarnación. Fortalece a quienes sufren el martirio, la muerte o la persecución, y coloca en su corazón sentimientos de ofrecimiento y gozo esperanzador, porque “en vida o muerte somos del Señor”. Amén.

 

Actuemos: Ofrezco la oración o la celebración de la Eucaristía por personas que hoy están siendo perseguidas o martirizadas por confesar su fe y su credo religioso.

 

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