25 de diciembre de 2024

“El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”

(Jn 1, 1-8)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

“Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria”. Es el canto con el que hoy celebramos la solemnidad de la Natividad del Señor, don que hemos aguardado con corazón esperanzado, gracia que deseamos, año tras año, renovar como bendición en el corazón de nuestras familias y que muchas veces se pierde entre tanto ruido, música y celebración; características propias de nuestros ambientes culturales. Este día radiante, radiante como el sol, es de silencio y contemplación, de oración, de intimidad y regocijo de una luz que brilla y permanece porque no se apaga con la luz del nuevo amanecer, ella permanece, luz que no solo es física porque es claridad del día o luz de la noche, sino luz que conduce los pasos y brilla en todo momento de la existencia. El Verbo que existía en el principio y estaba junto a Dios es el Verbo Creador y trinitario revelado en el Padre desde antes de la creación del mundo y manifestado en el Espíritu que habita toda la historia, recreándola con sus dones, como luz que da sentido a la humanidad. La luz que ha brillado en las tinieblas, es la luz de la que Juan dio testimonio, pero no era la luz porque trae consigo la fuerza de su propia luz con la que es, con la que ha sido y con la que será. Luz que las generaciones hemos contemplado en cada celebración del misterio de la Encarnación, luz que con libertad recibimos para caminar con ella o que evitándola no ilumina porque caminamos a tientas, en una historia de un cuarto de siglo más que parece el mismo apagarse en su propia luz.

 

Reflexionemos: La luz es uno de los signos que nos ha acompañado para celebrar los misterios de nuestra fe. ¿La hemos encendido por lo que ella representa para el corazón, las familias, las tradiciones o verdaderamente está encendida en nuestro corazón junto a Jesús?

 

Oremos: Ya no decimos ven porque estás con nosotros y entre nosotros. Quédate como uno de los nuestros y camina con nuestras esperanzas y deseos que hemos renovado. Amén.

 

Actuemos: ¿Celebro Navidad como el gozo del encuentro con la persona de Jesús o como un recuerdo de costumbres y tradiciones que marcan la vida familiar de cada año?

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