“Bienaventurados los criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentre en vela”
(Lc 12, 13-21)
La invitación del Evangelio hoy presenta algunas actitudes para cultivar en el camino de vida cristiana: la vigilancia. La disposición de tener ceñida la cintura y encendida la lámpara mantienen vigilante el corazón de la persona y encienden la prudencia, que unidad a la vigilancia mantienen el corazón despierto.
Mantener la “lámpara encendida” nos recuerda a las vírgenes prudentes que mantuvieron pronto el aceite para toda la noche y “tener ceñida la cintura” nos recuerda las disposiciones del atleta que está preparado para la carrera.
Aguardar es el verbo que busca en la disposición de la vida cristiana la invitación a estar preparados para el encuentro con el Señor e implica la disposición del corazón a la escucha cuando él llame y a la libertad de abrir el corazón porque precisamente se ha mantenido vigilante, es decir, no ha desistido de la virtud, la ha cultivado siempre y sin cansarse porque ha aguardado con esperanza.
La vigilancia es una actitud que cultiva el valor la esperanza y acerca el corazón de quien se mantiene fiel a las bienaventuranzas de las promesas, es decir, no se mantiene vigilante para ser premiado o recompensado por la actitud o la convicción del valor conquistado en sí, sino para el gozo del encuentro con su Señor en la gracia de ser amados y conducidos según sus promesas.
Reflexionemos: No es fácil en el camino de la vida cristiana hoy cultivar y mantenernos en la actitud de vida cristiana de la vigilancia, aún más cuando ella llama a la permanencia en los valores esenciales y las opciones definitivas, en medio de un mundo líquido donde pasar de un lugar a otro es más osado y satisfactorio que vivir la actitud contemplativa de la esperanza que aguarda la fidelidad o la permanencia.
Oremos: Jesús Maestro Camino, Verdad y Vida mantén mi corazón vigilante. Que la gracia de la Palabra que me acompaña sea el aceite que mantenga mi lámpara encendida. Que el don de la Eucaristía que celebro, sea el gozo de quien es fiel a tus promesas. Amén.
Actuemos: Vivo en la cotidianidad de mi vida cristiana la actitud de la vigilancia y cultivo en ella valores como la escucha y la esperanza paciente o busco en medio de tantas voces sin escuchar.
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