“¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!” (Mc 10, 47)
El evangelio de este trigésimo Domingo del Tiempo Ordinario nos lleva a Jericó, para pedir a Jesús junto a Bartimeo, que nos ayude a ver de nuevo. Como Bartimeo, muchas veces, hemos vivido una experiencia de fe poco comprometida con el anuncio del Reino y nos hemos quedado a la orilla del camino, contemplando aquello que los demás hacen por los otros. Bartimeo, cae en cuenta de esta ceguera, y por eso, clama a Jesús que lo ayude a levantarse de su quietud y a comprometerse mucho más con sus enseñanzas: “Maestro, ¡que recobre la vista!”. Petición que Jesús acoge y permite a Bartimeo seguirlo ya no de lejos, sino por el camino. Pidamos al Señor, en este día la gracia de aprender a ver con ojos nuevos nuestra experiencia de fe y comprometernos mucho más, desde las diferentes realidades que vivimos con la construcción del Reino.
Reflexionemos:
¿Seguimos a Jesús de lejos o por su mismo camino?, ¿qué cegueras necesitamos que Jesús sane hoy en nuestra vida?
Oremos:
Danos, la gracia, Señor, de seguirte de cerca por el camino. De pasar de ser simples espectadores de nuestra fe, para comprometernos mucho más, con la construcción de tu Reino. Amén.
Recordemos:
Seguir a Jesús por el camino es llevar a la vida sus enseñanzas.
Actuemos:
Revisemos en esta jornada nuestra vida, miremos la manera como seguimos a Jesús y la forma como podemos vivir y testimoniar mucho más sus enseñanzas.
Profundicemos:
Seguir a Jesús es una experiencia apasionante que cambia nuestra vida y la compromete mucho más con las necesidades de los demás (Libro: Seguir a Jesús sin volverte un marciano).