Si ustedes no se arrepienten, todos por igual van a perecer
(Lucas 13, 1-9)
Permitamos que la Palabra del Señor toque nuestra vida.
Los escribas y fariseos acusaban a Jesús de no cumplir la ley y de enseñar a otros a hacer lo mismo. En cambio Jesús con sus palabras y actitudes levanta la Ley al nivel más alto del amor, precisamente para no desvirtuarla como un simple deber que hay que cumplir. Jesús no vino a desvirtuar la Ley sino a darle su pleno cumplimiento proponiéndola como respuesta de amor filial a Dios que como hijos queridos nos guía hacia la felicidad.
Jesús todo le resumió en el amor, no el amor que nosotros damos a Dios, sino el Amor que Dios nos da a nosotros sin ponernos condiciones. Cuando abrimos el corazón y acogemos su amor profundamente agradecidos, sentiremos el impulso a amar a los otros con el mismo amor Dios nos ama. Este es el significado del mandamiento único que nos dejó Jesús: “ámense los unos a los otros como Yo los he amado”.
Desde esta óptica podemos comprender mejor la palabra que Jesús hoy nos da: quien cumple este mandamiento aún en sus detalles más pequeños y enseñe a otros a cumplirlo, será el más grande en el Reino de los cielos; el que no lo cumpla será el último. De hecho, al final se nos juzgará sobre el amor.
Reflexionemos:
¿Qué importancia doy al amor fraterno día tras día? ¿Estoy seguro que amar al hermano es el modo más veraz de amar a Dios? Ayúdame Señor
Oremos:
Señor tú nos enseñas a cumplir la ley de Dios, no a la letra sino en el espíritu, no por deber sino por amor; ayúdanos a sentir a Dios Papa y ser felices e hacer su voluntad. Amén
Recordemos:
“Se los aseguro: antes dejarán de existir el cielo y la tierra, que deje de cumplirse una sola letra o coma de la Ley”
Actuemos:
Todos los días examino mi corazón sobre como he manifestado mi amor a las personas.
Profundicemos:
Dios nunca se deja ganar en generosidad, y promete, a todo el que quiera ser su mensajero, ser grande en el Reino de los Cielos. Papa Francisco