Extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: “Estos son mi madre y mis hermanos”
(Mt 12, 46-50)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Hay quienes interpretan este Evangelio como un gesto despectivo de Jesús hacia su madre y su familia; pero el significado de su actitud y sus palabras es mucho más profundo. Veamos:
En el antiguo Israel, el clan, es decir la comunidad, era la base de la convivencia social y la manera concreta como el pueblo expresaba el amor de Dios en el amor al prójimo. Por ello, defender el clan era como defender la Alianza. En el tiempo de Jesús, a causa de los sistemas políticos y la práctica rigurosa de la Ley que marginaban a extranjeros, la mujer, los ciegos y los leprosos, la experiencia comunitaria se estaba debilitando.
Cuando Jesús dijo “el que hace la voluntad de Dios es mi hermano, mi hermana, mi madre”, retomaba el sentido profundo de la comunidad como la encarnación del amor de Dios en el amor al prójimo. Y lo que Jesús pedía a quienes lo seguían: vivir la fe en comunidad; implicaba acoger a los marginados dentro de la convivencia para que se sintieran acogidos por Dios, comunidad de amor. La voluntad del Padre es que acojamos a Jesús, su Hijo, como nuestro salvador, que vivamos como Él nos pide: amarnos unos a otros como hermanos.
Preguntémonos: ¿Qué importancia tiene para mí vivir la fe en comunidad? Hoy, que en la mentalidad común se fomenta el individualismo, lo contrario de comunión ¿qué estoy haciendo para combatir este mal en mi ambiente familiar, de trabajo y en mi parroquia?
Oremos: Señor Jesús, amadísimo Maestro de vida, libéranos de todo encerramiento, individualismo y discriminación; danos tus mismos sentimientos y tu modo de amar para acoger a todos, comenzando por los que se sienten alejados y marginados. Amén.
Actuemos: Vivo esta jornada en actitud de gratitud por mi vocación cristiana que me libera de todo individualismo y abre mi corazón para vivir en comunión con todos.
Recordemos: “Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: ‘He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y hermana, y madre’”.
Profundicemos: La comunidad cristiana es la familia de Jesús que acoge en su seno a los pecadores, los últimos y marginados, conducida por el Espíritu Santo va creciendo en la escucha de la Palabra, en la conversión continua y en la comunión, como participación en la comunión Trinitaria que en Jesús nos es dada como el máximo don.
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