Nacimiento de Juan Bautista
(Lc 1, 39-45)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Juan Bautista ha sido nuestro compañero de camino durante este tiempo de Adviento y hoy el evangelista Lucas narra el suceso de su nacimiento, todo un acontecimiento en la comarca de Judá, un verdadero milagro ante la certeza de Isabel y Zacarías de su esterilidad y vejez; sin embargo, su nacimiento en estas condiciones causa asombro y admiración entre sus parientes y vecinos. Al cumplirse el rito de purificación, propio de las tradiciones judías del tiempo con que la madre era purificada y el hijo reconocido públicamente a través de su nombre, hay una nueva controversia, porque no se llamará Zacarías como su padre sino Juan, que es el nombre de la promesa, de la misión, del don que recuerda la presencia de Dios. El texto resalta que se le pregunta a su madre ante la imposibilidad de voz de su padre, y enseguida la designación del nombre es la que le devuelve a él, el milagro de la voz, la cual le fue quitada en el momento del anuncio del ángel Gabriel. La condición que habían vivido los esposos, poco a poco, los había marginado de la vida social de su comunidad, la alegría de su hijo les devuelve el rol social, por eso, vecinos y parientes reconocían la forma como habían sido bendecidos por Dios, con misericordia, porque las bendiciones con que Dios actúa no son solo para las personas que las reciben sino para quienes las pueden contemplar, y contemplándolas dan testimonio de ellas para que otros crean y se salven y no pierdan la voz de la esperanza como Zacarías.
Reflexionemos: Zacarías volvió al don de la palabra, de la voz, después de haberla perdido por su falta de fe, solo cuando hace falta el don de la palabra es cuando se siente la gratuidad de lo que fue posible, ahora que el signo era palpable le es devuelto el don para que viendo no se canse de proclamar las maravillas de Dios en su vida.
Oremos: Ven, Señor Jesús, y devuélvenos al don de la palabra para proclamar el gozo de las maravillas que obras en nosotros. Haznos testigos creíbles de tu misericordia que nos abraza en todas las circunstancias de nuestra vida. Amén.
Actuemos: Las realidades de mi vida familiar me hacen sentir gozo y bendición como las de los vecinos y parientes de Isabel y Zacarías.
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