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21 de Marzo

Escucha La Palabra de Dios para cada día

Primera Lectura

Lectura de la Profecía de Ezequiel 47, 1-9. 12

En éxtasis vi un personaje que me llevó a la entrada del nuevo templo de Jerusalén. Entonces vi que por debajo de la puerta brotaba agua y que corría hacia el oriente, es decir, a donde miraba el templo. El agua bajaba por el lado sur del altar, siguiendo el costado derecho. Luego me hizo salir de la explanada del templo por la puerta norte, y me hizo dar la vuelta por fuera hasta la entrada exterior que miraba al oriente. El agua iba corriendo por el costado derecho. Salió el personaje hacia el oriente con una cuerda en la mano. Midió quinientos metros y allí me hizo cruzar la corriente: el agua me llegaba hasta los tobillos. Midió otros quinientos metros y me hizo cruzar de nuevo: el agua me llegaba hasta las rodillas. Midió otros quinientos metros y me hizo cruzar una vez más: el agua me llegaba hasta la cintura. Midió por fin otros quinientos metros, y era un río que ya no pude cruzar; el agua era tan honda que se había convertido en un río que no se podía vadear. Allí me dijo el personaje: “Fíjate en lo que viste, hijo de Adán”. Luego me hizo volver por la orilla del río. Al volver, vi que en las dos márgenes del río había una inmensa arboleda. Entonces me dijo: “Esta agua corre hacia la región oriental y llega hasta el valle del Jordán, para desembocar en el Mar Muerto. Cuando llegue a él, el agua del mar se volverá dulce. En cualquier parte a donde llegue esta corriente, podrán vivir animales de toda clase y peces en abundancia. Porque el agua de este río convertirá el agua salobre en agua dulce, y habrá todo género de vida. En las dos orillas del río crecerán árboles frutales de toda clase. Sus hojas nunca se marchitarán ni su fruto se acabará jamás. Darán cosecha cada mes, porque están regados con el agua que mana del santuario. Los frutos servirán de alimento y las hojas de medicina”.

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

 

Salmo responsorial 45, 2-3. 5-6. 8-9

R. El Señor del universo está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, poderoso defensor en el peligro. Por eso no tememos aunque tiemble la tierra y los montes se desplomen en el mar / R.

Un río y sus canales alegran la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada. Teniendo a Dios en medio, no vacila; Dios la socorre al despuntar la aurora / R.

El Señor del universo está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob. Vengan a ver las obras del Señor, las maravillas que hace en la tierra / R.

Aclamación antes del Evangelio (Sal 50, 12a. 14a)

Oh Dios, crea en mí un corazón puro; devuélveme la alegría de tu salvación.

Lectura del santo Evangelio según san Juan 5, 1-3a. 5-16

Curación en la piscina de Betzatá

Se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que tiene cinco galerías con columnas. A esa piscina la llaman en arameo Betzatá. En las galerías había una multitud de enfermos, ciegos, cojos y tullidos. Entre ellos había también un hombre que llevaba treinta y ocho años de estar enfermo. Jesús lo vio tendido allí y al enterarse de que ya llevaba tanto tiempo así, le dijo: “¿Quieres quedar sano?”. El enfermo le respondió: “Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando el agua empieza a agitarse. Y mientras yo voy, otro baja antes que yo”. Jesús le dijo: “¡Levántate, échate al hombro la camilla y camina!”. Y al instante el hombre quedó sano, se echó al hombro la camilla y empezó a caminar. Ese día era sábado. Las autoridades judías le dijeron al que había sido curado: “¡Hoy es sábado! ¡No puedes cargar la camilla!”. Pero él les respondió: “El que me curó me dijo que me echara al hombro la camilla y caminara”. Entonces le preguntaron: “¿Y quién fue el que te dijo que te echaras al hombro la camilla y caminaras?”. Pero el que había sido curado no sabía quién era, porque Jesús había desaparecido entre el gentío que había en ese sitio. Más tarde se lo encontró Jesús en el templo y le dijo: “Mira, has quedado curado. No vuelvas a pecar, que te puede suceder algo peor”. El hombre fue y les dijo a las autoridades judías que Jesús era el que lo había curado. Desde entonces empezaron las autoridades judías a perseguir a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.

S: Palabra del Señor                                     

T: Gloria a ti, Señor Jesús

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