20 de diciembre 2024

«Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo»

(Lc 1, 26-38)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

El ángel Gabriel es el mensajero de Dios que ha traído las buenas noticias a Zacarías y ahora las anuncia a María, la madre de Jesús. El saludo que hace el ángel: “alégrate” es el reconocimiento de María como como mujer y creatura en quien habita la gracia del Señor y permanece en ella. Sin embargo, ante lo nuevo y desconocido, no le es fácil a una joven abrirse y acoger el misterio de un anuncio que no entiende. María deja entrever en el diálogo con el ángel un proceso que le ayuda a abrirse para acoger una misión desconocida, que le es familiar por el llamado a ser madre, pero que le es desconocida por el fruto de su vientre.

En la realidad de esta dinámica es normal para la joven la experiencia de miedo, turbación y preguntas que María hace al ángel respecto de la misión que ahora le está siendo encomendada. “No temas” es la certeza que lleva a María a confiar e incluso, a hacer un acto de abandono, porque sabe de las tradiciones de su cultura y en la disposición sencilla y humilde cree que ha encontrado la gracia de Dios. Gracia de ser alcanzada por su favor para responder a un misterio que solo viviéndolo lo comprenderá, el cual siendo más grande que sus propias fuerzas, habita ya en ella. Que la gracia del Espíritu venga sobre nosotros y nos cubra con su sombra para acoger la misión a la que Dios nos ha soñado, que es preciso descubrir, amar, cultivar en el hoy de nuestra existencia e historia.

 

Reflexionemos: Hay anuncios que causan temor y otros son portadores de gozo y alegría. ¿Qué anuncios llegaron a mi vida este año que está terminando y que sentimientos despertaron en mi corazón?

 

Oremos: Ven, Señor Jesús, a habitar en nuestra vida, con la gracia de tu Espíritu. Disipa todo temor que puede venir de nuestra condición humana y llénanos con el misterio de tu luz y de tus dones, en nuestras realidades personales, familiares, sociales. Amén.

 

Actuemos: Las misiones encomendadas nos pueden desbordar humanamente porque como María nos podemos sentir pequeños, más aún cuando el mundo coloca unos parámetros de realización, sin embargo, en la madre de Jesús es posible ver que la misión encomendada es don y gracia de una predilección que va más allá de lo que humanamente puede ser posible.

 

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