19 de Noviembre

“No es Dios de muertos, sino de vivos”

(Lc 20, 38)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

En el evangelio de este día Jesús nos ayuda a reconocer que Dios es ante todo un Dios de vivos, es decir, un Dios que vive en nuestras realidades humanas, las encarna para transformarlas con su presencia. Motivo que llena de gozo y alegría nuestro corazón, ya que Dios nos creó para la vida y no para la muerte; y con la resurrección de su Hijo, nos muestra que pese a las adversidades, siempre tenemos abierto en Él, un horizonte de esperanza, y que la muerte no es la última palabra. Por nuestra parte, nos corresponde ser personas que testimonien con sus gestos y acciones, la alegría de la vida nueva que despierta cada día en nosotros el resucitado. Pidamos al Señor, en este día la gracia de ser personas que promuevan la vida y la alegría de experimentar que Dios camina siempre a nuestro lado.

 

Reflexionemos: ¿Somos personas que promueven la vida?, ¿cómo experimentamos en nuestra cotidianidad la presencia del Resucitado?

 

Oremos: Enséñanos, Señor, a ser personas que promuevan siempre la vida, la esperanza y la alegría. Que de tu mano podamos experimentar que vives y caminas siempre a nuestro lado. Amén. 

 

Recordemos: Dios es un Padre amoroso que promueve la vida.

 

Actuemos: Aprovechemos esta jornada para preguntarnos si reconocemos o no,  la presencia del Resucitado en nosotros.

 

Profundicemos: La muerte es una realidad que cuestiona profundamente nuestra existencia, pero cuando logramos reconocer en ella el rostro de Dios, vemos que no es el final sino el inicio de nuestra vida verdadera (Libro: La esperanza del reencuentro).

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