“se pedirá cuenta de la sangre de los profetas, desde
la sangre de Abel hasta la de Zacarías”
(Lc 11, 47-54)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Lucas continúa lo que ayer reflexionábamos sobre las dos últimas recriminaciones de Jesús contra los fariseos y los doctores de la ley. Que no contentos con imponer obligaciones a los demás, mantenían actitudes de aquellos que en tiempos pasados no escucharon y mataron a los profetas, cerrándoles la entrada del reino de la salvación, a los más sencillos y humildes. Con la denuncia hecha a los escribas y fariseos, Jesús nos invita a cumplir la Ley de Dios mediante el amor y la misericordia al prójimo. Recordemos que Jesús vino a perfeccionar la Ley antigua, no abolirla. La Ley era buena, pero los Israelitas se habían alejado de sus propósitos originales y empiezan a desacreditar a Jesús ante los ojos del pueblo, por sus enseñanzas sobre la Ley.
Hoy como ayer existen falsos profetas y maestros de la Ley que prefieren ser sepulcros. A pesar de ello, vemos como Dios sigue enviando al mundo actual profetas que predican la verdad.
Reflexionemos: ¿Consideramos nuestra vivencia de fe una experiencia profética? ¿Nos sentimos llamados a anunciar o denunciar lo que va en contra de la dignidad humana?
Oremos: Señor, tú derramas tu amor y quieres que experimentemos tu cercanía y tu misericordia. Ilumínanos para que seamos auténticos testigos tuyos. Amén.
Actuemos: Miro humildemente mi vida y la manera en que comparto lo que conozco con aquellos que quisieran tenerlo también.
Recordemos: “Se pedirá cuenta de la sangre de los profetas, desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías”.
Profundicemos: “Profeta es aquel que muestra a los demás a Jesús, que da testimonio de Él, que nos ayuda a vivir el hoy y a construir el mañana según sus planes” (Papa Francisco).
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