“No reconociste el momento de mi venida”
(Lc 19, 44)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
En el evangelio de hoy conmueven profundamente las lágrimas de Jesús al ver la ciudad de Jerusalén. Ciudad que desde tiempos antiguos representa para el mundo judío el centro de su vida política y religiosa, pero que al momento de la vida y misión de Jesús, no sabe reconocer su presencia ni la novedad de su mensaje: “Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos”. Tal vez, como la ciudad de Jerusalén y sus habitantes, nosotros no hemos sabido reconocer la novedad del evangelio predicado por Jesús en sus enseñanzas. Nos hemos cerrado en una fe vacía, tradicional, poco comprometida con los demás, que deja de lado los valores centrales del Reino. Pidámosle al Señor en este día la gracia de abrir cada vez más nuestra mente y nuestro corazón a su Palabra.
Reflexionemos: ¿Cómo acogemos las enseñanzas de Jesús en nuestra vida?, ¿qué novedad nos transmiten?
Oremos: Ayúdanos, Señor, a fructificar mucho más cada uno de los dones y capacidades que recibimos de ti. A reconocer que nos diste nuestra vida para amar y compartirla con quienes nos rodean. Amén.
Recordemos: El mayor don que hemos recibido de Dios es nuestra propia vida.
Actuemos: Revisemos en este día la manera cómo vivimos y expresamos nuestra fe, si nos solidariza o no, con las realidades y las necesidades de quienes nos rodean.
Profundicemos: La fe en Jesús nos hace libres y nos ayuda a vivir en comunión con quienes nos rodean (Libro: 100 notas para vivir la sinodalidad).