16 de Julio

Escucha La Palabra de Dios para cada día

Primera Lectura

Lectura del libro de Isaías 55, 10-11

Esto dice el Señor: “Como bajan del cielo la lluvia y la nieve, y no vuelven a subir allá sin empapar la tierra, sin fecundarla y hacerla germinar, sin producir semilla para sembrar y pan para comer, así también la palabra que sale de mis labios no vuelve a mí sin producir efecto, sino que realiza lo que quiero y lleva a término mi encargo”.

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

 

Salmo responsorial 64, 10-14

R. La semilla cayó en tierra buena, y dio fruto.

Tú cuidas la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida; la acequia de Dios va llena de agua, preparas los trigales / R.

Así preparas la tierra. Riegas los surcos, igualas los terrones, tu llovizna los deja mullidos, bendices sus brotes / R. 

Coronas el año con tus bienes, tus carriles rezuman abundancia; rezuman los pastos del páramo, y las colinas se orlan de alegría / R.

Las praderas se cubren de rebaños, y los valles se visten de mieses, que aclaman y cantan / R.

Segunda Lectura

Lectura de la Carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 18-23

Hermanos: Yo considero que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que está a punto de revelarse en nosotros. Toda la creación está esperando ansiosamente está revelación de los hijos de Dios. Pues ha estado sometida a la frustración, aunque no por naturaleza, sino a causa de quien la sometió, y conservando la esperanza de que también ella será liberada de la esclavitud de la corrupción para participar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto. Y no solo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en lo íntimo esperando que el Padre nos conceda la perfecta adopción y la redención, incluso corporal.

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

Aclamación antes del Evangelio 

La semilla es la Palabra de Dios, el sembrador es Cristo; el que la recibe en buena tierra, dará fruto abundante.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 1-23

“Salió un sembrador a sembrar”

Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó a la orilla del lago. Y acudió a Él una multitud tan grande, que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y toda la gente se quedó de pie en la playa. Él les dijo muchas cosas en parábolas como esta: “Una vez salió un sembrador a sembrar. Y al sembrar, una parte de la semilla cayó en el camino, y vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía tierra suficiente, y como la tierra era poco profunda, las plantas quedaron expuestas demasiado pronto. Y al salir el sol, las quemó, y como no tenían raíces, se secaron. Otra parte cayó entre zarzas, que crecieron y la ahogaron. Otra parte cayó en tierra fértil y fue dando fruto, del ciento, del sesenta o del treinta por uno. ¡El que tenga oídos, que oiga!”. Entonces se le acercaron los discípulos y le preguntaron: “¿Por qué les hablas en parábolas?”. Él les respondió: “Porque a ustedes Dios les ha concedido conocer los misterios de su reinado, pero a ellos no. Así, al que tiene, le darán más y tendrá de sobra; pero al que no tiene, le quitarán hasta lo que tiene. Si les hablo en parábolas, es porque mirando no ven y escuchando no oyen ni entienden. En ellos se cumple la profecía de Isaías que dice: ‘Por más que escuchen, no entenderán; por más que miren, no verán. Porque la mente de este pueblo está embotada, son duros de oído, han cerrado los ojos, para no ver con los ojos, ni oír con los oídos ni entender con la mente. No quieren convertirse y que yo los cure’. Dichosos, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven, y sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos anhelaron ver lo que ustedes están viendo, y no lo vieron, y oír lo que están oyendo, y no lo oyeron. Escuchen, pues, lo que significa la parábola del sembrador: Cuando uno escucha el anuncio del reinado de Dios y no lo entiende, es porque viene el Maligno y se lleva lo que ha sido sembrado en su mente. Esa semilla había caído en el camino. El terreno pedregoso es el que escucha esa palabra y la acepta enseguida con alegría, pero no tiene raíces, sino que es inconstante; y apenas llega una tribulación o persecución a causa de la Palabra, sucumbe. El terreno lleno de zarzas es el que escucha esa Palabra, pero las preocupaciones de esta vida y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y se queda estéril. Por último, la tierra buena es el que escucha la Palabra y la entiende; este sí da fruto: produce el ciento, el sesenta o el treinta por uno”.

S: Palabra del Señor                                     

T: Gloria a ti, Señor Jesús

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