16 de febrero del 2025

“Bienaventurados los pobres porque de ustedes es el Reino de Dios”

(Lc 6, 17. 20-26)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Bajando del monte con sus discípulos y delante de una multitud venida de muchas regiones, Jesús fijando la mirada en sus discípulos, pronunció las palabras que daban comienzo a su misión: las bienaventuranzas. Estas promesas de felicidad verdadera pronunciadas por Jesús, siguen siendo no incomprendidas y, quizás, sentidas como una utopía, incluso para muchos de nosotros los cristianos. ¿Por qué será?

Tal vez nos hemos acostumbrado a un modo de vivir que pone la felicidad en otras cosas: confundimos el bienestar con la felicidad; y aunque no nos atrevemos a decirlo, para muchos de nosotros la preocupación principal es trabajar para tener dinero y tener dinero para comprar cosas. Esta parece ser la felicidad que buscamos y lo peor es que hasta parece que nos gusta esta manera de vivir, aun sintiendo en nuestro corazón que vivir así es un absurdo, porque en realidad no somos felices.  

Los creyentes de hoy necesitamos volver con el corazón a Dios, y buscar la felicidad en el camino que Jesús nos ha trazado. Para esto, Jesús Resucitado habita en nuestro corazón: Acojamos su presencia y comencemos a vivir como el Espíritu nos inspira.

 

Reflexionemos: ¿Confío en las bienaventuranzas anunciadas por Jesús? ¿Conozco personas que han sido y son felices viviendo este camino trazado por Jesús?

 

Oremos: Señor Jesús, gracias Jesús hermano y Salvador nuestro porque no solo nos prometes la felicidad, sino que, viviendo en nuestro corazón, eres la fuente genuina de nuestra paz y nuestra alegría. ¡Así sea!

 

Actuemos: Releo con calma las bienaventuranzas y trato de escuchar cuál de ellas resuena más dentro de mi corazón, para apoyar en ella mi anhelo de felicidad.  

 

Recordemos: ““Dichosos los pobres, porque suyo es el Reino de Dios. Dichosos los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Dichosos los que lloran, porque reirán. Dichosos serán cuando los hombres los aborrezcan y rechacen, y cuando los insulten y maldigan por causa del Hijo del hombre. Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo”. 

 

Profundicemos: Cada bienaventuranza declara que algunas personas que en general son consideradas afligidas, en realidad son bendecidas. Estas personas bendecidas no tienen que hacer nada para obtener la bendición, simplemente Jesús declara que ellos ya han sido bendecidos. Por tanto, las bienaventuranzas son declaraciones y promesas de Dios, no condiciones de la salvación o acciones que hemos de hacer para ganarnos la entrada al Reino de Dios (P. Fernando Armellini).

 

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