“Enseñaba con autoridad”
(Mc 1, 21-28)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
El evangelio de hoy, nos muestra la autoridad absoluta del maestro de Nazaret. Él es Dios y tiene el poder para combatir el mal que aliena al hombre. Este mal que en el texto es un espíritu envidioso, lleno de codicia, que quita la libre voluntad del ser humano y lo hunde en la esclavitud y el egoísmo, presentándose como esa potencia que domina, oprime, subyuga y aleja del proyecto original de Dios. Jesús en el texto increpó al mal y le ordenó salir de la persona. El pueblo quedó estupefacto, asombrado. La pregunta hoy es: ¿cuál es mi capacidad de asombro?, puedo ver milagros cotidianos a mi paso y a lo largo del día, me pregunto si los reconozco, si me asombro por estos milagros. ¿Si aún me asombra la sonrisa de un niño, el saludo de un anciano, el agradecimiento de un migrante, la cena que me ha dejado preparada mi madre o mi esposa, me asombro ante estos detalles? O ¿ya no me dicen nada? ¿Cuál es mi capacidad de asombro ante la Palabra de Dios?, sino ¿me asombro de los pequeños detalles cotidianos?
Reflexionemos: Hoy estoy llamado a creerle a Dios, a creer en su autoridad y en su poder, transformador, restaurador, sanador y liberador. No es como el poder de este mundo, es un poder que dignifica a la persona.
Oremos: Señor, aleja de mí el mal que me empobrece, que no permite que me asombre por los milagros cotidianos que obras en mi existencia. Amén.
Actuemos: Hoy revisaré mi conciencia, ¿cuál es el mal dominante que hay en mí?, ¿qué me aleja del proyecto de Dios y de mis hermanos?
Recordemos: Estaban asombrados de su enseñanza porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas.
Profundicemos: La fe se acrecienta en la medida en que creo en el poder y en la autoridad de Dios para sanarme, liberarme y salvarme.
📑 Recomendado: Palabras de esperanza