“Lo matarán, pero resucitará”.
“Los hijos están exentos del impuesto”
(Mt 17, 22-27)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
El evangelio de hoy, nos presenta dos momentos y cada uno de ellos nos proporciona elementos para la contemplación y la oración. El primero, nos lleva a imaginar a Jesús con sus discípulos en Galilea reunidos en un ambiente familiar y fraterno. En medio de este clima Jesús hace el segundo anuncio de su pasión, muerte y resurrección, lo cual lleva a los discípulos a experimentar una gran tristeza.
El segundo momento nos traslada a Cafarnaúm en dónde los cobradores de impuestos se acercan a Pedro para cobrarle el pago de las tasas del templo. La enseñanza que nos dejan estos dos momentos es la manera cómo Jesús cumple la voluntad del Padre y revela a sus discípulos su total disponibilidad para asumir la misión confiada, ya que en su corazón prima el deseo de salvar a su pueblo, especialmente con su entrega en la cruz y su resurrección.
Reflexionemos: ¿Qué invitación nos dejan estos dos momentos que contemplamos hoy en el Evangelio? ¿Cómo podemos mejorar o cambiar nuestra vida?
Oremos: Señor, Jesús, ayúdame a entregar mi vida en el servicio y en el amor a los demás, como lo hiciste tú. Este es el único camino con el que puedo corresponder a tantos dones con los que has enriquecido mi vida. Las excusas abundan, las tentaciones se multiplican, pero tu gracia es superior a todo. Amén.
Actuemos: Seamos fuertes y busquemos cambiar todo aquello que nos aleja del amor que tenemos a Dios.
Recordemos: Jesús mismo ha dicho dirigiéndose al Padre dijo: “Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío”.
Profundicemos: Ser cristiano no es estar aparte del mundo, es estar en el mundo, pero sin ser del mundo. El concilio vaticano II nos dice al respecto: “la presencia cristiana en el mundo es afirmativa busca el bien común, busca la reconciliación, busca la paz y la unidad”.
📑 Libro: “Concilio Vaticano II”