“Lo matarán, pero resucitará”.
“Los hijos están exentos del impuesto”
( Mt 17, 22-27)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
La presencia de Dios siempre imprime un dinamismo a nuestra vida que nos llena de esperanza. En este texto de Mateo, nos encontramos con la persona de Jesús que hace el segundo anuncio de su pasión, muerte y resurrección a los discípulos: “El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer día”. Y como consecuencia, de esto, ellos se entristecen, ya que se quedan en la primera parte de la noticia: “la muerte” y no en el mensaje esperanzador de la “Resurrección”. Así somos los seres humanos, hacemos mayor énfasis en las malas noticias o en los acontecimientos negativos, que en todo lo bueno que está floreciendo a nuestro alrededor. La voz de la Resurrección la dejaron pasar sin ver en ella el mensaje de esperanza dado por Jesús. Continúa su narración el autor sagrado diciendo que cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto se acercaron a Pedro y le preguntaron: “¿Su Maestro no paga los impuestos?”. Y Pedro responde en positivo: “Sí”. Cuando llegaron a casa, ya en privado Jesús toma la iniciativa y le pregunta a Pedro: Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los extraños?”. Y la respuesta de Pedro nuevamente fue acertada: “los extranjeros” …Jesús, es el Hijo de Dios y no está obligado a pagar tributo al rey; pero para no escandalizar pide a Pedro ir al lago, a echar el anzuelo y hallar en la boca del primer pez que encontrara, una moneda que le servirá para pagar el impuesto de los dos. Hay algo muy interesante en la liturgia de este día, por medio de Jesucristo hemos alcanzado la filiación divina. Él nos ha dado la liberación, para ser ciudadanos del Reino.
Preguntémonos: Dios nos ama como hijos y no como extranjeros, por eso es importante prestar plena atención a su Palabra, y encontrar en ellas razones para vivir y conquistar nuestros sueños. Preguntémonos ¿Hago uso de mis dones y talentos para hacerlos fructificar, sin dejar que el pesimismo o la tristeza me depriman?
Oremos: Señor, tú conoces todo lo que guardo en mi corazón. Lléname de optimismo y fortaleza para descubrir la novedad de cada día como Buena Noticia de Resurrección. Amén.
Actuemos: Quedarme con lo bueno de aquello que escucho, y si hay una realidad de dolor que no puedo cambiar, pedirle a Dios que no se apague en mi la luz de la esperanza.
Recordemos: “Sin embargo, para no darles mal ejemplo, ve al mar, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti”.
Profundicemos: Cuando está el Padre, nadie está excluido. El miedo y la incertidumbre no triunfan. Aflora la memoria del bien, porque en el corazón del Padre no somos personajes virtuales, sino hijos amados. Él no nos une en grupos que comparten los mismos intereses, sino que nos regenera juntos como familia. Papa Francisco.
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