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10 de Abril

Escucha La Palabra de Dios para cada día

Primera Lectura

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2, 14. 22-33

Después de la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos, Pedro, acompañado de los once apóstoles, se presentó ante la multitud y les habló así: “A todos ustedes, habitantes de Judea y cuantos se encuentran en Jerusalén, tengo algo que anunciarles: escuchen con atención mis palabras. Les anuncio a Jesús de Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante ustedes cuando por medio de Él les mostró su poder con los prodigios y milagros que ya conocen. Ustedes lo entregaron y le quitaron la vida clavándolo en la cruz por mano de paganos, siguiendo sin saberlo un plan trazado por Dios, que todo lo prevé. Por eso Dios lo resucitó poniendo fin al suplicio de la muerte. ¡Imposible que la muerte lo retuviera bajo su dominio! Pues aludiendo a Él dice David: ‘Tengo siempre presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, se goza mi lengua, y mi carne descansa serena: porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia’. Hermanos, permítanme que les hable con franqueza acerca del patriarca David: él murió y fue sepultado, y su tumba se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero siendo profeta y sabiendo que Dios le había prometido con juramento que a uno de su linaje lo pondría sobre su trono, habló previendo la resurrección del Mesías, que fue quien no quedó abandonado a la muerte, ni conoció la corrupción en su carne. A Jesús fue a quien Dios resucitó, y de eso todos nosotros somos testigos. Exaltado, pues, a la derecha de Dios, recibió del Padre el Espíritu Santo prometido y lo derramó sobre nosotros. Esto es lo que están viendo y oyendo”.

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

 

Salmo responsorial 15, 1-2. 5. 7-11

R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. Yo digo al Señor: “Tú eres mi Dios”. El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano / R.

Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré / R.

Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me abandonarás en la región de los muertos ni dejarás a tu fiel ver la corrupción / R.

Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha / R.

Aclamación antes del Evangelio (Sal 117, 24)

Este es el día en que actúo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 28, 8-15

“Vayan a avisar a mis hermanos que vayan a Galilea. Allá me verán”

Durante la última cena, Jesús se conmovió profundamente y afirmó con claridad: “Les aseguro que uno de ustedes me va a traicionar”. Los discípulos empezaron a mirarse unos a otros sin lograr entender a quién se refería. Uno de ellos, el que Jesús amaba tanto, estaba comiendo al lado de Jesús, en el lugar de preferencia. Entonces Simón Pedro le hizo señas de que averiguara a quién se refería. El discípulo se recostó entonces en el pecho de Jesús y le dijo: “Señor, ¿quién es?”.  Jesús le respondió: “Al que yo le dé el bocado después de mojarlo, ese es”. Mojó, pues, un bocado y se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y tras el bocado entró en él Satanás. Jesús le dijo: “Lo que tienes que hacer hazlo pronto”. Pero ninguno de los que estaban comiendo entendió por qué le dijo esto. Algunos pensaban que, como Judas era el que tenía la bolsa del dinero, Jesús le había dicho que comprara lo que necesitaban para la fiesta de Pascua o que diera algo a los pobres. Cuando Judas recibió el bocado, salió. Era de noche. Y cuando Judas salió, dijo Jesús: “Ya ha sido glorificado el Hijo del hombre, y Dios en Él. Y puesto que Dios ha sido glorificado en Él, Él será glorificado en Dios; y eso muy pronto. Hijitos, voy a estar poco tiempo con ustedes. Me buscarán, pero les repito ahora lo que ya había dicho a los judíos: a donde yo voy, no podrán ir ustedes”. Simón Pedro le preguntó: “Señor, ¿a dónde vas?”. Jesús le respondió: “A donde yo voy no puedes seguirme ahora, pero me seguirás después”. Pedro le dijo: “Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Estoy dispuesto a dar mi vida por ti”. Jesús le respondió: “¿Estás dispuesto a dar tu vida por mi? Te aseguro que antes que cante el gallo, me negarás tres veces”.

S: Palabra del Señor                                     

T: Gloria a ti, Señor Jesús

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