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Conversión y Misión

"Porque anunciar el Evangelio no es para mí un motivo de gloria; es una obligación que tengo, ¡y pobre de mí si no anunciara el Evangelio!"

1 Cor 9, 16.

Conversión - Vocación de Pablo

 

"Dios me eligió desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia".

Gál 1, 15.

La santidad de san Pablo comenzó el día de su conversión. ¿Qué es la conversión? Es un cambio, un variar de camino, adoptar otro método de vida. Ello implica: cambio de pensamientos, de deseos, de obras; es decir que el convertido empiece a estimar cuanto antes despreciaba y a despreciar lo que antes estimaba. La conversión no se hace solo cambiando de religión, o abandonando una vida de vicios y pecados, puede darse también dejando ciertos defectos: quien de desobediente se hace obediente, de perezoso se hace trabajador, de frío se vuelve fervoroso, de soberbio pasa a ser humilde. En este sentido la Iglesia cada día pone en labios de sus sacerdotes esta plegaria: Señor, dígnate convertirnos.

Los datos biográficos sobre la conversión de san Pablo los encontramos en los 3 relatos del libro de los Hch: 9, 1-30; 22, 3-2; 26, 2-23. También el apóstol da cuenta en su autobiografía que encontramos en Gál 1, 11-24. La conversión de san Pablo fue tan extraordinaria, tan completa, tan estable que la Iglesia ha creído oportuno recordarla con una fiesta especial, que debe celebrarse en todo el mundo solemnemente. Fue más extraordinaria que la de Pedro y de san Agustín, pues aconteció por un prodigio, habiéndole tumbado Jesús en el camino de Damasco cuando Pablo estaba tan persuadido de la verdad de su religión que se había hecho un auténtico perseguidor de la Iglesia cristiana.

Su conversión fue tan repentina que ni Ananías y los apóstoles querían creerla. Fue tan completa que él empezó enseguida a predicar a Jesucristo con tanto ardor y convicción de la misma manera como antes había empleado para perseguir y encarcelar a los cristianos.

Y fue tan estable que ya nunca tuvo ni un día de titubeo, ni en el tiempo pasado en soledad, ni durante los viajes apostólicos, ni en sus encarcelamientos.

¿Y nosotros? Un cambio radical

El hecho de la conversión de san Pablo: Saulo, después Pablo, persuadido de la verdad de la religión hebraico y  habiendo obtenido la facultad de ir a Damasco para encarcelar a cuantos encontrara, se dirigía allí con algunos soldados. Cerca de Damasco, de golpe, le rodeó un esplendor inesperado de luz y cayendo a tierra oyó una voz que decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? –Respondió: ¿Y tú quién eres, Señor? –Y  la voz: Yo soy Jesús a quién tú persigues. –Temblando y estupefacto, Saulo respondió: Señor, ¿qué quieres que haga? –Y el Señor: entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer.

 –Los acompañantes oían, pero a nadie veían; levantaron a Saulo, que ya no veía nada y le condujeron de la mano a Damasco. Allí estuvo tres días rezando y ayunando.  –Por fin el Señor envió al discípulo Ananías una visión advirtiéndole que buscara a Saulo en la posada, sin temor alguno, y le diera el bautismo. –Así hizo Ananías: Saulo fue bautizado, readquirió la vista, quedó lleno de Espíritu Santo y de sabiduría. Desde aquel día fue ya el más fervoroso entre los apóstoles del Señor.

Escoger el defecto principal y declararle una guerra sin cuartel: día a día rezar, prometer, examinarse; semana por semana, mantener una gran vigilancia. Se requieren tal vez años y años, pero se logrará conquistar la virtud opuesta: ¿Será la fe, será la caridad, será la humildad, será la obediencia? Sea la que fuera, lo cierto es que en práctica resulta muy difícil, pero no imposible.

San Pablo apóstol, ruega por nosotros.

Santiago Alberione, El Apóstol Pablo, inspirador y modelo. Roma: San Paolo, 2008.

(Adaptación meditación día 6).

Misión: Apóstol de los gentiles

 

"Me he hecho todo a todos... Y todo esto lo hago por Evangelio." 

1 Cor 9, 22-23.

El Señor, al crearnos, asigna a cada uno un puesto y una misión, una carrera en la vida, una vocación especial. Y según esta vocación especial, Dios da a cada cual las aptitudes convenientes, preparando asimismo todo el conjunto de gracias necesarias para la tarea especial.

Habiéndolo sacudido en el camino de Damasco, advirtió a Ananías para que fuese a instruirle y bautizarle. Ananías objetó: Pero, Señor, ese tal ha venido aquí para acabar con todos los cristianos. –Y el Señor: vete tranquilo y no temas, pues este hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre a los gentiles ante reyes y ante los hijos de Israel. Por eso le haré ver cuánto deberá trabajar por mí.

Y el Señor le había dotado de toda las aptitudes de un apóstol. Pablo era de buen aspecto; de complexión robusta, aunque pequeño de estatura; de carácter fuerte y fogoso, como daba a ver su rostro blanco y su cabeza pequeña y bien pronto calva; tenía una mirada penetrante y vivacísima; un aire dulce y afable, era de ingenio selecto, de voluntad indomable, de virtud heroica, de elocuencia irresistible, de corazón generoso, de ciencia vastísima, de espíritu pronto, de una adaptabilidad singular.

Estaba dotado también de dones extraordinarios: profecía, como cuando predice males a algunos obstinados, y milagros, que obró en gran número.

¿A qué misión nos ha llamado el Señor?

Ante todo conviene frecuentemente recurrir a él para conocer lo que quiere de nosotros; es decir, hacer como san Pablo, que en el camino de Damasco pregunta: Señor, ¿qué quieres que haga?

En segundo lugar, ver las señales de la vocación, es decir, una virtud a toda prueba, alimentada por la oración, fundada en una humildad de niño, sostenida por una fe inamovible […] amor a la vida aun cuando implica sacrificio, movida, llena de aventuras, expuesta a todas las críticas y a muchas contradicciones, que está destinada a la salvación de muchos… ¿Correspondemos a tal vocación con nuestras responsabilidades, trabajando, estudiando gustosamente?  

San Pablo apóstol, ruega por nosotros.

Santiago Alberione, El Apóstol Pablo, inspirador y modelo. Roma: San Paolo, 2008.

(Adaptación Adaptación meditación día 11).

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