El Misterio de Damasco
La primera sorpresa sobre este acontecimiento es que Pablo lo describe poco; él, que es tan autobiográfico, directamente no habla de este momento casi nunca. Tal vez, dice el cardenal Martini, Pablo contó más la integración de Damasco en su vida, como la vivió y la expresó en sus cartas, en su teología.
Son pocos los textos donde Pablo habla de ello, de hecho, de las grandes cartas, el único texto que describe el encuentro de Damasco es en Gálatas: “Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo, para que lo anunciase entre los gentiles…” (Ga 1, 15-16). Los verbos que usa son cuatro: 1. Me eligió/ 2. Me llamó /3. Revelar / 4. … Anunciase.
Verbos que están colocados en un plano de providencia: me escogió, me llamó, quiso revelarme, es iniciativa de Dios. La experiencia está descrita esencialmente como revelación del Hijo a él y como misión, tal como aconteció con los Doce.
San Pablo, ¿Conversión o Vocación?
En Gálatas el acontecimiento de Damasco es una experiencia vocacional, elegido desde el vientre materno, llamado por Dios y enviado a una misión específica: el anuncio entre los gentiles. Desde la experiencia de Hechos, en sus tres relatos (capítulos 9, 22 y 26), Damasco se coloca en el plano de la conversión, pero no de alguien que era malo y ahora es bueno, no se trata de cambiar de partido.
El mismo Pablo, en su carta a los Romanos expresa: “Porque aquellos que de antemano conoció, también los predestinó a ser conformes con la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a esos también llamó; y a los que llamó, a esos también justificó; y a los que justificó, a esos también glorificó” (Rm 8, 29-30). “¿Acaso no soy apóstol? ¿No vi a Jesús, nuestro Señor? (1Cor 9, 1).
Por tanto, para Pablo, desde él mismo, según sus cartas, Damasco fue un “ver al Señor”, Jesús se le “apareció” (como las apariciones del resucitado a los discípulos). Dice de sí mismo, antes de Damasco, fui “irreprensible en cuanto al cumplimiento de la Ley”, he aquí el celo que le movía a perseguir a los cristianos: estaban quebrantando la Ley, ese nuevo modo de ser y de seguimiento era realmente incomprensible para el pueblo judío.
Si era irreprensible, ¿qué cambió? Pablo dice: “Cuantas cosas tuve por ventaja ahora las considero perdida”. En Pablo aconteció un cambio total en su existencia, lo que antes consideraba importante ahora le parece nada, no le importa absolutamente nada. Por tanto, dejar todo y considerar pérdida cuanto había ganado puede entenderse solamente en este trasfondo, lo que antes era ganancia (la Ley del Señor y su forma de vivirla) ahora es pérdida en consideración de ganar a Cristo (Nueva Ley, la del amor). De la rigidez de la antigua Ley, Pablo descubre en la persona de Cristo una nueva Ley, dada por su misma vida, palabras, gestos, acciones. En la vida de Pablo bastó la gracia del Señor manifestada en su debilidad, por Él dejó todo y todo recibió de su Señor. Su Evangelio fue el amor, en el Amor todo alcanzó.
La experiencia que Pablo vive con el Señor resucitado es quien se siente llamado a seguirlo porque se siente elegido y consagrado ya desde antes de nacer, de hecho, su vida y conducta siempre fueron intachables en el cumplimiento estricto de la Ley, pues para el mundo bíblico en aquella época, la mayor perfección y cercanía con Dios era mediante el perfecto cumplimiento de la Ley, en la cual se manifestaba la presencia y voluntad del Señor.
El acontecimiento de Damasco es, pues mucho más grande que un simple episodio de conversión moral. Indica una experiencia de encuentro profundo con el Señor, no es el paso de un movimiento a otro, no se trata de esto. La radicalidad de San Pablo y la entrega incansable por su Señor obedece a la gracia de saberse elegido para el anuncio del Evangelio así como los Doce, de descubrirse llamado por Dios. Resignifica su vida de tal modo que más adelante llega a decir: “es Cristo quien vive en mí”. En Damasco Jesús lo alcanza y le cambia la vida, la forma, el estilo del seguimiento.
Es una experiencia tan profunda que debemos acercarnos a él con mucha humildad y reverencia, convencidos de que comprendemos poco, pero que podemos saber mucho más por la gracia de Dios. Entonces, comprenderemos mejor nuestra vocación y nuestras “conversiones” a lo largo del camino.
Nos preguntamos...
Terminemos esta meditación haciendo una pregunta fundamental a nuestra vida: ¿Hay en mi vida un “cuando” específico al que pueda referirme como punto histórico de mi relato vital?
Aun cuando tal vez no haya ese punto temporal, ciertamente ha habido momentos de cambio, de transformación, de crisis, de decisiones, enfermedades, pérdidas, hechos inesperados… que nos han llevado a una nueva comprensión del misterio de Dios.
Si no hemos “tocado fondo”, como lo hizo Pablo, si no tenemos un hecho fundante en nuestra historia, todavía no hemos captado cuál es la novedad de nuestra identidad cristiana, el volver atrás. Si no comprendo lo que le sucedió a Pablo, difícilmente puedo reconocer lo que me ha acontecido a mí en el sorpresivo e inagotable misterio de Dios. Si es así, tengo que confiar y orar, pedir al Señor la gracia de descubrir la historia de salvación en mi propia vida.
Oración
“Señor, hazme conocer mi camino. Haz que, como dice Jeremías, pueda yo poner estacas en mi pasado. Ayúdame a comprender las etapas de tu designio, los momentos de luz y los momentos de sombra, de prueba, ojalá hasta el límite de la tolerancia. Concédeme conocer a qué punto me encuentro en este camino y en dónde me encuentro. Te lo pido por Jesucristo, nuestro Señor”. Amen.
(Card. Martini).
Por: Ydania Marivel Imbacuán M, fsp
Referencias bibliográficas:
Biblia de Jerusalén. Bilbao: Descleé de Brouwer, 2019.
Martini, Carlos. Las confesiones de san Pablo. Meditaciones. Bogotá: Paulinas, 1986.