Cristo Rey

 

Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.

Con esta Solemnidad, instituida por Pío XI en 1915, la Iglesia proclama con gozo que Jesús, al entregar su vida en el altar de la cruz, reconquistó con su sangre toda la creación para entregársela al Padre. Solo al final de los tiempos dicha entrega será plena y definitiva. 

El Evangelio de San Lucas nos dice: "Encima de Él (de la cruz) había una inscripción que decía: 'Este es el Rey de los judíos' (Lc 23, 38). Para los judíos, este era el motivo por el cual crucificaban a Jesús. Además, en el mismo diálogo con Pilato, el Señor afirma: "Tú lo dices, yo soy Rey. Yo para esto he nacido..." (Jn 18, 37). Y cuando comienza su predicación, Jesús revela que ha venido para anunciar su reino: "Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios" (Mc 1, 15).

"Una perpetua alabanza a Cristo Rey"

El Papa Pío XI, mediante la encíclica "Quais primas" después de hacer una reflexión sobre la situación del mundo, instituye la fiesta de Cristo Rey, señalando el día ates de la fiesta de todos los santos y los fieles difuntos. Después de una reflexión histórico-bíblica, termina diciendo que esta fiesta "será una perpetua alabanza a Cristo Rey". En 1970, habiendo terminado el Concilio Vaticano II, la fiesta de Cristo Rey se trasladó al último domingo del año litúrgico, dándole un sentido cósmico: fiesta de Cristo, Rey del Universo.

Cristo ejerce su reinado desde la Cruz, en total abandono y pobreza. Para el Papa Benedicto XVI "penetrar en los sentimientos de Jesús quiere decir no considerar el poder, la riqueza, el prestigio como los valores supremos de nuestra vida".

Bendito eres, Señor

 

"Veréis al Hijo de hombre sentado a la diestra del Dios todopoderoso" (Mt 26, 64).

 

Bendito eres, Señor,

Dios de nuestro Padre Israel, 

por los siglos de los siglos.

Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,

la gloria, el esplendor, la majestad,

porque tuyo es cuanto hay en el cielo y tierra, tú eres rey y soberano de todo.

De ti viene la riqueza y la gloria, tú eres Señor del universo,

en tu mano está el poder y la fuerza,

tú engrandeces y confortas a todos.

Por eso, Dios nuestro, 

nosotros te damos gracias,

alabando tu nombre glorioso.

 

 

Oración

Señor Jesucristo,
Rey del Universo,
Tú eres el Rey de los que tienen el corazón sencillo,
de los que son pobres,
de los que saben llorar,
de los que buscan con sinceridad la verdad,
de los que sufren en la vida
y saben aceptar cada día la cruz.

Eres el Rey de los que saben perdonar,
de los que saben escuchar,
de los pequeños y humildes.

Señor, queremos que reines en nuestra vida,
que nos enseñes a amar como tú amas,
a servir como Tú sirves,
a perdonar como Tú perdonas,
a vivir entregándonos a los demás como tú lo hiciste.

Ven, Señor Jesús,
reina en nuestro corazón,
reina en nuestra familia,
reina en nuestra comunidad,
reina en nuestra sociedad.

Que tu Reino de amor,
de justicia y de paz
se extienda sobre toda la tierra.

Amén.

Papa Francisco

 

 

"Venga tu Reino"

Si, como dice nuestro Señor y Salvador, el Reino de Dios no ha de venir espectacularmente, ni dirán: "Vedlo aquí o vedlo allí", sino que el Reino de Dios está dentro de nosotros, pues cerca está la Palabra, en nuestra boca
y en nuestro corazón, sin duda cuando pedimos que venga el Reino de Dios lo que pedimos es que este reino de Dios, que está dentro de nosotros, salga a fuera, produzca fruto y se vaya perfeccionando. Efectivamente, Dios reina ya en cada uno de los santos, ya que éstos se someten a su ley espiritual, y así Dios habita en ellos como en una ciudad bien gobernada. En el alma perfecta está presente el Padre, y Cristo reina en ella junto con el Padre, de acuerdo con aquellas palabras del Evangelio: "Vendremos a fijar en él nuestra morada".

Este Reino de Dios que está dentro de nosotros llegará, con nuestra cooperación, a su plena perfección cuando se realice lo que dice el Apóstol, esto es, cuando Cristo, una vez sometidos a él todos sus enemigos, entregue "el reino a Dios Padre, para que Dios sea todo en todo". Por esto, rogando incesantemente con aquella actitud interior que se hace divina por la acción del Verbo, digamos a nuestro Padre que está en los cielos: "Santificado sea tu Nombre, venga tu Reino".

Con respecto al reino de Dios, hay que tener también esto en cuenta: del mismo modo que no tiene que ver la justificación con la impiedad, ni hay nada de común entre la luz y las tinieblas, ni puede haber armonía entre Cristo y Belial, así tampoco pueden coexistir el reino de Dios y el reino del pecado.

Por consiguiente, si queremos que Dios reine en nosotros, procuremos que de ningún modo "continúe el pecado reinando en nuestro cuerpo mortal", antes bien, mortifiquemos "las pasiones de nuestro hombre terrenal" y fructifiquemos por el Espíritu; de este modo Dios paseará por nuestro interior como por un paraíso espiritual y reinará en nosotros el solo con su Cristo, el cual se sentará en nosotros a la derecha de aquella virtud espiritual que deseamos alcanzar: se sentará hasta que todos sus enemigos que hay en nosotros sean puestos por "estrado de sus pies", y sean reducidos a la nada en nosotros todos los principados, todos los poderes y todas las fuerzas.

Todo esto puede realizarse en cada uno de nosotros, y "el último enemigo, la muerte", puede ser reducido a la nada, de modo que Cristo diga también en nosotros: "¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?" Ya desde ahora este nuestro ser, corruptible, debe revestirse de santidad y de incorrupción, y este nuestro ser, mortal, debe revestirse de la inmortalidad del Padre, después de haber reducido a la nada el poder de la muerte, para que así reinando Dios entre nosotros, comencemos ya a disfrutar de los bienes de la regeneración y resurrección.

 

Del Opúsculo de Orígenes, presbítero, Sobre la Oración (Cap. 25: PG 11, 495-499).

San Agustín nos recuerda que el reinado de Cristo está en el corazón de quienes lo reconocen y viven según su voluntad: "Cristo reina como Rey, no para buscar Su propio beneficio, sino para nuestro bien, porque seremos su reino si vivimos sujetos a Él."

Referencias: 

Gonzalo Castro Hidalgo, S.J. (2019). Jesús reina de los pobres. Paulinas.

Equipo Paulinas. (2024). Misal Popular- Noviembre y diciembre. Paulinas.

Liturgia de las Horas. Tomo III. Conferencia Episcopal de México y Colombia, 1980, p. 583- 584.

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