Mujer... En el Sueño de Dios
Desde el inicio de la creación y al atravesar toda la historia de la salvación, vemos como la mujer ha sido fuente de vida y de abundantes signos que su ser evoca. Ha estado presente en el SUEÑO DE DIOS desde siempre, su existencia viene a simbolizar la armonía en la creación, "no es bueno que el hombre esté solo" (Gn 2, 18), mientras Adán entra en un sueño profundo, Dios torna real la presencia de un ser a quien llama "mujer". "Hombre y mujer los creó", son colocados en la misma dignidad y juntos reciben la misión de custodiar el mundo.
Nos recuerda el Papa Francisco, en el ser de la mujer Dios ha depositado la gracia de dar vida, de tornar nuevas las cosas, de custodiar el mundo y llenarlo de ese dinamismo vital que tiene en su ser. La mujer torna posible el abrazo que incluye, el coraje de la entrega y su mayor grandeza no siempre reside en sus fuerzas físicas, aunque sin duda es una valiente guerrera, sino también en la capacidad de desarmar con su ternura, de sostenerse en pie con su espíritu invencible, de transformar paso a paso sus ambientes, la historia, sabe conjugar expresiones inimaginables, como la delicadeza de una flor y la fuerza de un roble.
La mujer lleva en su ser el don de recrear con la novedad.
Algunos rostros...
Si quisiéramos hacer memoria de las vidas, rostros e historias de tantas mujeres que han forjado un mundo mejor, sin duda alguna muchos nombres quedarían por fuera, porque la imprenta en la historia es de cada mujer en el mundo que vive sus gestos heroicos cada día, en el campo en que cada una ha sido colocada para florecer, desde los lugares públicos y destacados hasta los lugares más recónditos y anónimos.
Y en el ser de la mujer, no solamente recordar lo que es ella en sí misma, sino que todo cuanto es lo ha recibido en su dimensión constitutivamente relacional, una de las dimensiones más genuinas de todo ser humano. Por ello, la identidad y unicidad se forja en la capacidad de amar, ese amor que es entrega, renuncia, pasión, fidelidad, dulzura, perdón, ofrenda continua de los dones recibidos.
Es bella la expresión de la madre Teresa de Calculta cuando relaciona nuestra existencia con la inmensidad del océano "una gota", ante las grandes realidades que aveces nos sobrepasan, nuestra vida puede resultar verdaderamente pequeña, sin embargo, "el océano no sería el mismo sin esa pequeña gota". Son los gestos concretos, pequeños y de cada día los que transforman la vida y abren nuevos horizontes en el mundo, requieren de valor, desafiar e ir a veces contracorriente, atreverse a romper fronteras.
Así lo han experimentado tantas mujeres en el tiempo y en los diversos ambientes en que han incursionado, tal vez jamás pensaron que un día serían recordadas por la humanidad, otras talvez vislumbraron estos cambios y se aferraron a ellos:
Marie Curie en el mundo de la ciencia, Virginia Woolf en el modernismo literario, Amelia Earhat en su primer intento de vuelo aéreo, Rosa Parks defensora de los derechos civiles, Rosalinda Franklin, química y cristalógrafa, Ana Frank ante su sufrimiento y el del pueblo judío, recientemente Malala Yousafzai y el premio nobel de paz, Sally Reid en el mundo de la aviación espacial, Elizabeth Blackwell, primera estudiante de Medicina, Emmy Noether una de las grandes matemáticas del siglo XX, Ada Lovelace, primera programadora informática. Los aportes de las mujeres en la Nasa, especialmente Dorothy Vaughan (cálculo Aeronáutica), Kitty O'Brien (Ingeniera electrónica) y Jeanette Scissum (matemática afroamericana). Y así como ellas muchos rostros con su historia.
No podemos olvidar el testimonio transformador en la vida de la Iglesia: las madres del desierto y sus profundas obras, santa Teresa y su reforma en el carmelo, la misma Teresa de Calcuta y su misión con los pobres, la Madre Laura Montoya inserta en las selvas colombianas, Maestra Tecla Merlo, primera Hija de San Pablo y su valioso don en la Familia Paulina... cada mujer y su misión en el mundo, en su familia, en su trabajo, en su desempeño profesional, en la vida consagrada y en la entrega que se teje cada día.
Ciertamente, nuestra vida tal vez pueda parecer una gota que se pierde en el océano, pero definitivamente, el océano no sería el mismo sin esa pequeña gota de agua.
Algunos rostros en la Biblia...
Hay mujeres en cada época y lugar de la historia capaces de forjar una nueva humanidad con su gran corazón, con la fuerza insuperable que les viene de lo profundo de su ser, aquel aliento de vida, soplo de Dios. Son los gestos de amor profundo lo que en la historia de la salvación se recuerda con heroicidad y nos lanzan a trazar nuevos horizontes en el hoy de nuestro tiempo.
Así, por ejemplo, nos habla el testimonio de Débora y sus profecías; en Ana, madre de Samuel y sus incesantes plegarias al Señor ante el anhelo de concebir un hijo; en la viuda que ayudó al profeta Elías despojándose de su todo: lo poco que tenía; en Rut y su fidelidad hacia su suegra Noemí, en la entrega generosa más allá de sus compromisos legales; en Sara y su risa incrédula ante la promesa de un hijo, aquella capaz de sonreír ante los proyectos de Dios.
También Isabel y la sorpresa de Dios en su vejez, la profetisa Ana que junto al anciano Simeón esperaron con fe ver cumplida la promesa del Señor. En la Samaritana que encuentra la verdadera vida en el Señor, en la madre que olvidándose de sí pide el pan para sus hijos, en la pobre viuda que en sus moneditas da todo lo que tenía para vivir y se abandona en Dios.
En Marta y María, y sus distintas maneras de estar junto al Señor, de amistad profunda, de familia y calidez en el hogar; inclusive la mujer de Pilato (Mt 27, 19), quien intuyó quizás lo que no fue capaz de intuir su esposo; en María de Magdala y las mujeres del alba, en su arriesgada valentía van en busca de su Señor; en el coraje de Lida y su liderazgo en una de las comunidades nacientes del cristianismo, en tantas mujeres presentes desde el pueblo de Israel hasta las primeras comunidades naciente, y en adelante todo el recorrido histórico que tal vez pueda resultarnos más familiar.
Finalmente, el modelo de mujer que conjuga en su vida tantas expresiones de la fecundidad femenino: María, madre, esposa, hija, discípula, apóstol, mujer del pueblo, peregrina y misionera, amiga y maestra, reina en el amor y el servicio, fidelísima entre los fieles, mujer de la ternura, de la dulce espera, del ofrecimiento continuo, del silencio y de la profecía; mujer del hogar y del camino... en María, las expresiones más bellas y profundas de nuestro ser.
María, mujer de la espera y la esperanza. Mujer de la sonrisa y los silencios.
Mujer del descanso y los caminos. Mujer del respiro y los desiertos.
Mujer del ocaso y los recuerdos. Mujer del presente y los retornos.
María, mujer de la noche y el aliento. Mujer de la dicha y el consuelo.
Mujer del amor y la ternura. Mujer de la vida y de la nueva alianza.
Mujer de la escucha y el abrazo. Mujer de la caricia y la acogida.
Mujer de los fuertes y los débiles. Mujer de la profecía y del sí a Dios.
María, Mujer del espíritu y de la historia.
Mujer... "Nunca te detengas"
Nunca te detengas.
Siempre ten presente que la piel se arruga,
el pelo se vuelve blanco,
los días se convierten en años.
Pero lo importante no cambia.
Tu fuerza y tu convicción no tienen edad.
Tu espíritu es el plumero de cualquier tela de araña.
Detrás de cada línea de llegada hay una de partida.
Detrás de cada logro, hay un desafío.
Mientras estés viva, siéntete viva.
Si extrañas lo que hacías, vuelve a hacerlo.
No vivas de fotos amarillas.
Sigue aunque todos esperen que abandones.
No dejes que se oxide el hierro que hay en ti.
Haz que en vez de lástima, te tengan respeto.
Cuando por los años no puedas correr, trota.
Cuando no puedas trotar, camina.
Cuando no puedas caminar, usa el bastón.
¡Pero nunca te detengas!
(Adapatación tomada de la Madre Teresa de Calcuta)