1 de abril del 2025

“Levántate, toma tu camilla y echa a andar”

(Jn 5, 1-3ª. 5-16) 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Jesús sube a Jerusalén y pasa por el pórtico de las ovejas, donde está la piscina de Bethesda –casa de la misericordia–. En este lugar hay muchos enfermos. El Señor observa a un hombre que lleva 38 años paralítico, incapaz de llegar a la piscina; en este enfermo, podemos reflejarnos nosotros mismos cuando nos aferramos al pasado, cuando no tenemos un plan de vida concreto y literalmente nos paralizamos en medio del camino. Sin embargo, el Señor busca al enfermo y con él realiza un camino de sanación. Jesús pregunta: “¿Quieres quedar sano?”. El hombre se excusa así mismo, porque se siente incapaz de ir por sí mismo a la piscina culpando a otras personas. “No tengo a nadie que me ayude”. Cuántas veces culpamos a los demás de nuestras situaciones, de no querer salir de nosotros mismos, de dejarnos llevar por el abatimiento. Muchas veces perdemos oportunidades por nuestra pereza o por el acomodamiento. Pero Jesús va más allá. “Levántate, toma tu camilla y echa a andar”. Son palabras de vida, palabras liberadoras, que sanan, que sacan a la persona de su estado de inercia y lo colocan en salida, en camino.

 

Reflexionemos: El texto nos presenta a Jesús que busca a la persona, que la contempla con ternura, que no juzga, sino que entra a su corazón, a su vida. ¿Tú eres consientes de tus parálisis, de lo que te impide ser realmente feliz, de lo que te aferra al pasado, de la incapacidad de perdonar?

 

Oremos: Señor Jesús, en tus manos coloco todo lo que estoy viviendo; no permitas que me quede paralizado, viendo pasar mi vida, sin hacer nada. Rompe, Señor, mis barreras, mis miedos, y ayúdame a colocarme de pie, a caminar, sintiendo que tú le das sentido a mi vida. Amén.

 

Actuemos: Preparo un espacio de oración y hago una revisión de mi vida, descubriendo en ella mis miedos, mis fragilidades, mis pecados, en una palabra, todo aquello que me aleja del Señor. Busco la forma de acercarme al sacramento de la reconciliación; esto me ayudará a levantarme de nuevo para ir al encuentro con el Señor.

 

ProfundicemosEn el relato nos puede llamar la atención el milagro que obró el Señor, pero profundicemos en el diálogo de Jesús con el paralitico y comprendamos cómo su palabra es eficaz, devolviéndole su dignidad perdida. La eficacia de la Palabra de Jesús cambia su vida y lo integra de nuevo en la sociedad.

 

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